* Imagen de la artillería francesa en campaña
En 1776, hace 237 años, el matemático, ingeniero y artillero
ilustrado, Jean-Baptiste Vaquette de Gribeauval (1715-1789) logró que se aprobara su reforma de la
artillería francesa, quizás el momento histórico más importante de esta arma,
que sería decisiva en las campañas de los ejércitos de la Revolución y de
Napoleón Bonaparte.
**Teniente General Jean-Baptiste
Vaquette de Gribeauval
(1715-1789)
No por ser un viejo tópico deja de ser cierto que, de entre
las Armas combatientes, las de Artillería e Ingenieros han contado casi siempre
con los oficiales más inquietos y preparados intelectualmente, debido, sobre
todo, a las exigencias que las leyes de la balística y la física imponían a la
formación de un buen oficial de dichas armas. Aunque no sea necesariamente
verdad que el cerebro que dirigía las unidades de caballería fuera el de los
nobles brutos (especialmente, quizá, en las británicas de la primera mitad del
s. XIX), lo cierto es que normalmente en las Armas técnicas es donde ya desde
el siglo XVI encontramos personajes que destacan por su capacidad de
razonamiento sistemático. Quizá el ejemplo que primero viene a la mente sea el
de Vauban, el genio de las fortificaciones, pero hay otros muchos.
Desde que a principios del siglo XVI la artillería de campaña
ocupara un lugar importante en los ejércitos, tres problemas seguían vigentes.
En primer lugar, la falta de estandarización de calibres, tubos y montajes
había creado una selva inextricable de piezas con diferentes denominaciones,
capacidades y municiones, que suponían una pesadilla logística. Buena prueba de
todo ello son, por ejemplo, los 26 tipos de piezas citados en el tratado de 1538 de
Niccolò Tartaglia (1500-1557). Las diferentes Ordenanzas que a lo largo de los
siglos XVI a XVIII fueron publicando las diferentes potencias algo hicieron
para aliviar este primer desorden, pero casi nada pudieron para remediar los
otros dos.
En efecto, el segundo problema era el tosco diseño de
montajes, avantrenes y cureñas, armatostes macizos para aguantar las a menudo
masivas piezas de campo, que podían superar las cuatro toneladas. Estos pesos y
diseños hacían que la movilidad táctica y operacional de la artillería de
campaña (por no hablar de la estratégica) fuera por lo general muy baja.
En tercer lugar, los tiros de las piezas y los carros de
munición estuvieron hasta alrededor de 1800 a cargo de civiles contratados, que
naturalmente eran por lo general poco proclives a arriesgar sus vidas y las de
sus bestias de tiro (équidos o bueyes), dejando a menudo abandonadas las piezas
en el campo a la primera dificultad seria.
En este contexto, el esfuerzo racionalizador de Jean Baptiste
Vaquette de Gribeauval es el ejemplo más conocido de cómo muchas mentes ilustradas
de varios países europeos aplicaron sus ingenios a la labor de perfeccionar y
hacer más mortíferos los efectos de las piezas de artillería. Este esfuerzo se
inserta en todo el proceso cultural de la Ilustración. Napoleón, él mismo
artillero, haría un uso terrible de estos avances.
Oficial de artillería desde 1735, Gribeauval tuvo amplia
experiencia práctica de la guerra. En 1762 comenzó, desde su cargo de inspector
general de la Artillería en Francia, una ambiciosa serie de reformas destinadas
a resolver los problemas citados. Aunque sufrió la oposición de otras escuelas,
acabó imponiendo su parecer en 1776. Las luchas, técnicas y cortesanas, entre
los rojos (la facción reaccionaria de Valliére el Joven) y los azules de
Gribeauval son una historia en sí misma.
En primer lugar, Gribeauval dividió la Artillería francesa en
cuatro categorías: de costa, de plaza, de asedio y de campaña. Su mayor
aportación se centró en esta última, a través de una serie de medidas
racionalizadoras que abarcan la estandarización de todo el conjunto del Arma,
desde las cargas de munición hasta las herramientas para reparaciones.
En segundo lugar redujo el número de cañones de campaña a sólo tres tipos: de
4, 8 y 12 libras (en esta época, los cañones se agrupaban no por su calibre,
sino de acuerdo al peso de los proyectiles esféricos que disparaban). Los
obuses, de tubo más corto, pensado para un tiro curvo, fueron también
simplificados en dos modelos: 6 y 8 libras.
** Parte
del sistema de Gribeauval: cañones de 12, 8 y 4 libras.
En tercer lugar, Gribeauval redujo la longitud de las ánimas
y el grosor de los tubos, ahorrando hasta la mitad de peso; aprovechó para ello
las nuevas técnicas que permitían fundir los cañones como un bloque macizo en
el que luego se vaciaba el ánima mediante una perforadora rotatoria (la máquina
de Jean Maritz), frente al fundido en hueco anterior.
Aunque en teoría esta medida reducía la carga de pólvora que
podía emplearse, y por tanto el alcance efectivo, Gribeauval consiguió en la
práctica aumentarlo mediante el empleo de balas perfectamente esféricas, mejor
acabadas y calibradas (antes había holguras de hasta un centímetro que reducían
la eficacia de los gases propelentes). Asimismo, impuso el empleo de cargas de
pólvora prefabricadas en cartuchos. Y sustituyó el sistema de cuñas por alzas
de tornillo elevador en las cureñas, para apuntar con más precisión.
Además, las cureñas se mejoraron, con gualderas (piezas
laterales verticales) sustancialmente aligeradas. Aun así, el cañón de campaña
francés de 12 libras pesaba, completo, unas dos toneladas. Las ruedas
aumentaron, pues, su diámetro para un mejor comportamiento en terreno irregular
y avantrenes se simplificaron y aligeraron.
Gribeauval rediseñó, además, todos los vehículos
indispensables en campaña (cureñas, avantrenes, armones, forjas de campaña,
etc.) de acuerdo a un modelo básico, con sólo dos tamaños de ruedas
intercambiables para todos y un rígido principio de intercambiabilidad de
partes. El interior de los armones estaba compartimentado para los diferentes
tipos de munición, junto con mechas, picos y palas, palancas, ruedas de
repuesto, etcétera.
Por fin, se alteraron también los tiros de caballos con
nuevos sistemas de arneses que aumentaban el rendimiento incluso con menor
número de animales por pieza, normalmente 6 caballos para una de a 8 libras.
Otros detalles menores agilizaban el servicio de los cañones, como el pequeño
cofre instalado en la propia cureña, en el que cabían entre 9 y 18 cartuchos de
bala para empleo inmediato. Así, en caso necesario, la pieza podía disparar sus
primeras balas sin depender del armón de municiones.
En resumen, si tres palabras resumen la eficacia del sistema
Gribeauval, éstas son simplificación, integración y estandarización de todos
los componentes de la batería y no sólo de las piezas. Como acertadamente
escribió C. Duffy, los sistemas de artillería fueron una expresión
característica de la Era de la Razón.
Aunque Gribeauval es sin duda el más famoso de los artilleros
del siglo XVIII, su trabajo es heredero de otros anteriores, como los del
general Valliére (1667–1759), quien en 1732 había impulsado en Francia una
reforma (a su vez, basada en la Ordenanza de 1715 de Felipe V de España) que
prescribía piezas -muy pesadas- de 4 a 24 libras, y que no tocaba las cureñas,
avantrenes y armones. Con todo, las influencias iban y venían, de modo que en
1783 España adoptó a su vez una nueva Ordenanza claramente influida por la de Gribeauval.
Por otro lado, en Gran Bretaña se introdujo en 1792 un tipo de cureña mucho más
sencillo, que empleaba un sólo y práctico mástil central macizo; dicho sistema
sustituiría en España al Gribeauval en 1830.
Por lo que se refiere al Tren de Artillería, sólo entre 1794
(Gran Bretaña) y 1800 (Francia) apareció un servicio militarizado, que en
España no se introdujo hasta abril de 1813, ya hacia el final de la guerra
contra Napoleón. De hecho, la dependencia de civiles contratados había sido la
principal plaga de un Arma que durante la guerra había sido sin duda, y en
conjunto, la más eficaz.
**Canon 12 de Gribeauval (1793-1794)
*Imágenes Google
**Wikipedia