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lunes, 5 de agosto de 2013

Catón el Viejo



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Marco Porcio Prisco (234 a.C.-149 a.C.) nació en Túsculo, una ciudad del Lacio que dos siglos antes se había convertido en aliada de Roma.

Porcio era un labriego fornido, trabajador y con grandes dotes para la oratoria, debido precisamente a su don de palabra sus paisanos olvidaron su apellido (cognomen) Prisco y comenzaron a llamarle Cato o Catón, que significa “sabio”.

Marco Porcio Catón siendo joven se unió al ejército y en el 209 a.C. participo en la conquista de Tarento, antigua colonia griega en el sur de Italia. Fue entonces cuando entro en contacto con la cultura helénica y mas tarde un vecino suyo Valerio Flaco (muerto en el 180 a.C.), admirado por su austero modo de vida le sugirió trasladarse a Roma con el para iniciarse en la vida publica.

Fue así como Catón emprendió el Cursus Honorum, la carrera de honores típica de los ciudadanos romanos. Tras actuar como abogado en el Foro fue elegido primero tribuno militar y poco después cuestor (pagador del ejército). En el ejercicio de estos dos cargos intervino en la guerra contra Cartago. Fue durante la campaña de África cuando comenzó su enemistad con Escipión el africano (236 a.C.-183 a.C.)

Catón le reprochaba la inmensa cantidad de dinero que gastaba y su perdida de tiempo en las palestras y teatros, a lo que el africano respondía airadamente que contara las victorias no el dinero.

Tras su cuestura, Catón ingreso al senado. En el año 199 a.C. fue elegido edil plebeyo y dos años después fue gobernador en Cerdeña. En estos años se labro una reputación de gobernante honrado, que jamás toco una moneda que perteneciera a la Republica y también obtuvo su gran fama como orador, que le valió el apodo de “Demostenes romano”.


**Templo de Saturno, en el Foro Romano.


Catón era conocido en toda la ciudad por su afición al ahorro, rayana en la tacañería, y su gusto por la comida y el vestido sencillos y sin ostentación. Pero también destaco como hombre de negocios, dedicado a empresas de fletes marítimos y a sus campos de cultivo. Plutarco   en su biografía le reprocha su afición desmedida a hacer una fortuna y el duro trato que dispensaba a los esclavos de su hacienda.

Tras su exitoso gobierno de Cerdeña, en el año 195 a.C. Catón fue elegido para la más alta magistratura romana: el consulado. Su colega en el cargo fue su amigo Valerio Flaco y a continuación a Catón le toco la provincia de Hispania Citerior donde cerca de Ampurias derroto a una coalición de rebeldes y se dice que tomo trescientas localidades enemigas.
 
Su rival Escipion el africano consiguió el gobierno de esa misma provincia tras el y se apresuró a viajar allí para evitar que Catón continuara obteniendo fama con sus victorias. El botín obtenido por Catón fue a íntegramente entregado al erario publico salvo una cuantiosa recompensa que otorgo a sus soldados. 

El en cambio, no tomo nada para si, de hecho a su querido caballo, con el que había conseguido tantas victorias, lo dejo en Hispania para no encarecer el transporte de vuelta a Roma. Una vez en la capital en vez de dedicarse al ocio que su carrera política y militar le aseguraba, decidió volver a empezar y se ofreció como simple oficial o legado a otros generales y gobernadores provinciales. Así acompaño como tribuno militar al cónsul Manio Acilio Glabrion a Grecia a luchar contra Antioco III de Siria (241 a.C.-187 a.C.), quien había invadido la región y soliviantado a las ciudades griegas contra Roma. 
 
Tras contribuir de manera decisiva a la victoria de Acilio en la batalla de las Termopilas en el 191 a.C. liderando personalmente la carga contra la retaguardia griega, Catón regreso a Roma. Así, con 44 años, Catón dio por terminada su carrera militar. Pero no por ello se apagaron sus ambiciones políticas, sino al contrario, su aspiración se dirigió a uno de los cargos más prestigiosos de la Republica, el de censor. Básicamente un sensor era el encargado de elaborar el censo de ciudadanos romanos, decidiendo quien podía ser contado como tal y también quien tenia derecho a ser senador y caballero.
 
Esto le daba potestad para expulsar a quienes no se ajustaban a las virtudes exigidas por dichas órdenes. Los censores se convirtieron así en una especie de policía moral, muy respetada por los romanos.El interés de Catón por este cargo se explica por su decidido propósito de restablecer en Roma lo que el consideraba como la autentica moral romana. Estaba indignado por la influencia que la cultura y las costumbres griegas, que consideraba depravabas y nocivas. Consideraba la higiene personal y la costumbre de afeitarse como una forma de afeminamiento y por ello quiso poner de moda las túnicas de lana raídas y las barbas descuidadas. También lanzo resonantes acusaciones contra destacados miembros de la elite romana. Denuncio a su antiguo jefe militar Acilio Glabrio por haber aceptado sobornos y poco después a Escipión asiático (muerto en el 183 a.C.), hermano del africano, por haber aceptado dinero de Antíoco. Estas actuaciones acrecentaron su popularidad hasta que en el año 184 a.C. fue nombrado censor.
 
Durante el ejercicio de su cargo Catón consiguió revisar las listas de senadores y caballeros, aprobó medidas contra los publicanos (recaudadores de impuestos) a los que el pueblo odiaba por su codicia y decreto duros impuestos sobre las compras de artículos que consideraba de lujo, como vestidos, carruajes o vajillas. Durante años se le vio yendo y viniendo por el Foro, defendiendo causas, apoyando reformas, intentando volver a la supuesta severidad de los antepasados.
 
Pero en su vida personal, no estuvo siempre a la altura de lo que exigía de los demás. Habiendo enviudado de su esposa y teniendo un hijo ya crecido, empezó un romance con una doncella que no solo era mucho mas joven  que el sino que también era la hija de uno de sus libertos, algo poco apropiado para un ex cónsul y ex censor. Cuando la historia se supo en Roma, se tuvo que casar con la muchacha y tuvo un hijo de ella.

Ni siquiera cuando ya era un octogenario, Catón dejo de actuar como autoridad moral ante sus conciudadanos y de advertirles sobre el peligro del contacto con el extranjero. En el año 155 a.C. hizo que expulsaran a los embajadores de Atenas, por la mala influencia que ejercían en la vida romana, según creía el. Al mismo tiempo, con la excusa de apoyar a Masinisa (238 a.C.-148 a.C.), Rey de Numidia, que era aliado de Roma, alerto a sus compatriotas de la amenaza para su seguridad que representaba Cartago, a la que instaba a borrar del mapa. No alcanzo a ver los resultados de sus discursos, pocos meses después de su muerte a los 85 años, Cartago fue destruida implacablemente por el ejercito romano y su perímetro urbano quedo sembrado con sal para que nada volviera a crecer jamás.

Sin embargo, pocas de las medidas apoyadas por Catón para disciplinar a los romanos perduraron, un siglo después en plena crisis de la Republica, su figura de patriota inflexible se recordaba como perteneciente a otra época lejana.

Un hombre de contrastes: se dice que fue un padre de familia ejemplar, ya que su dureza de carácter no se extendía al plano personal, Catón creía en la santidad del matrimonio y criticaba a quienes pegaban a sus esposas e hijos, diciendo que “ponían mano en lo mas sagrado”.

Se preocupo por la crianza de sus hijos, sobre todo del que tuvo de su segunda esposa. Dejaba de lado sus asuntos públicos, incluso los de gran importancia, para estar presente mientras su esposa lavaba y amamantaba al bebe. También se ocupo personalmente de su educación, en lugar de encomendársela a un esclavo, y le enseño las primeras letras, leyes, ejercicios físicos y manejo de armas.

Pese a la derrota de Cartago en la Segunda Guerra Púnica, Catón estaba convencido de que aquella ciudad representaba la peor amenaza a la fecha de Roma y estaba tan obsesionado con esta idea que en el Senado acababa sus discursos sobre cualquier tema siempre con las mismas palabras “y además opino que Cartago debe ser destruida” (delenda est Carthago)






*Wikipedia.
**Imagenes Google.