Isabel de Portugal (1503-1539) fascino a sus contemporáneos,
su serena belleza fue inmortalizada por Tiziano, pero la sombra de su esposo,
el emperador Carlos V (1500-1558), ha oscurecido su figura.
Nació en Lisboa el 25 de octubre de 1503, fruto del matrimonio
de Manuel I de Portugal (1469-1521), viudo de Isabel de Aragón (1470-1498), con
María (1482-1517) la hermana pequeña de esta. En su sangre se unían los linajes
de la portuguesa casa de Avis con la de los Trastamara de Castilla y Aragón,
sumados ya por los reyes católicos, sus abuelos maternos.
Una infancia y primera juventud en la corte de Lisboa la
prepararon para el destino que acabarían concertando su tío Juan III
(1502-1557) y los consejeros de su primo hermano Carlos de Gante, nuevo
soberano de Castilla, Aragón, Austria y los Países Bajos, recién elegido
emperador de Alemania. Intereses políticos y sobre todo económicos, agilizarían
las negociaciones diplomáticas que llevaron a Carlos V a decidirse por su
candidatura y tomarla por esposa, tras firmar unas ventajosas capitulaciones
matrimoniales en octubre de 1525.
Emperatriz desde su boda por poderes en noviembre de ese
mismo año Isabel se encontraría por primera vez con su esposo en Sevilla a
principios de marzo de 1526, cuando, al parecer de todos, la pareja se enamoró,
generando unos sentimientos que los acompañarían durante los 13 años de vida
conyugal. Años en que Isabel hubo de reafirmar su carácter y hacer frente a la
gobernación de los reinos peninsulares durante las largas ausencias del rey,
ocupado en los problemas de Italia, Alemania o el norte de África ante la
amenaza turca (1528, 1529-1533, 1535-1536). Los años de su matrimonio
estuvieron marcados por partos afortunados con los nacimientos del que llegaría
a ser Felipe II (1527-1598), María (1528-1603), Juana (1537-1573), Juan
(1529-1530), Fernando (1535-1538) y otros malogrados como el de Juan (1539) que
le provoco la muerte en Toledo.
Las capitulaciones matrimoniales quedaron cerradas en octubre
de 1525, y las negociaciones se llevaron a cabo y se firmaron en Torres Novas
el 17 de octubre de ese año. Se rubricaron en Toledo el 24, una semana mas
tarde.
La dote consistía en 900000 doblas de oro castellanas (de a
365 maravedíes la dobla y 9,12 gramos de oro cada pieza) de las que Carlos V
recibiría en moneda de oro (descontadas las cantidades de la herencia de la
madre y de la dote de la boda de la hermana, y el préstamo concedido por Manuel
I para acabar con las comunidades de Castilla) 682898 doblas. Tal cantidad de
dinero se recibiría fraccionadamente, a finales de 1525 250000 doblas siempre
que se hubiera consumado el matrimonio, las siguientes 50000 doblas en marzo de
1526, otras 100000 también antes de finales de 1525 pero siempre habiéndose
expedido certificaciones de la consumación del matrimonio. Los últimos pagos se
harían en 1527.
Por supuesto la reina debía tener cierta independencia
económica, para lo cual se le entregarían las rentas de algunas localidades.
Así el titulo de príncipe de Asturias, por ejemplo, llevaba aparejadas las
rentas del principado, no era un simple titulo honorifico.
Quedaba estipulado que para la “gobernación y sustentación de
su persona, casa y estado” se le entregarían de manera vitalicia 40000 doblas
de oro castellanas anualmente procedentes de rentas de realengo. Cuando se
disponían a firmar las capitulaciones, los embajadores de Carlos V subieron las
rentas territoriales en 10000 doblas mas, situadas sobre el almojarifazgo de
Sevilla.
Cuentan unos cronistas que durante el difícil parto de Felipe
II, tuvo 13 horas de contracciones, la reina pidió que le taparan el rostro con
un pañuelo para que los que asistían al alumbramiento del heredero de la
monarquía no pudieran ver sus rasgos de dolor, al igual que se decía que había
mandado a hacer Isabel de Castilla. Estas difíciles horas concluyeron con el
nacimiento de un varón el 21 de mayo de 1527 en Valladolid, en el palacio de
los Pimentel y luego de esto el padre se fue al monasterio de San Pablo a dar
las gracias.
En 1528 Carlos V se traslado a Valencia y Aragón para
celebrar sendas cortes en las que cerrar los asuntos que habían quedado
abiertos en 1520 por la apresurada salida a raíz de la elección imperial, en
1529 abandono nuevamente España camino de Italia para su coronación imperial en
Bolonia. También hubo de ir a Augsburgo posponiendo su viaje de regreso a
España, en estas ocasiones dejo por gobernadora de Castilla a su esposa Isabel.
Poco antes de salir de Madrid hacia el Levante, pero sin saberse la fecha exacta, se redacto la
“Instrucción de Carlos V a Isabel”. En esta se contenía la “orden que el
emperador nuestro señor desea que vuestra majestad tenga en los negocios que
ocurrieren durante su ausencia”. Tenía carácter público, no era una carta entre
esposos, por lo que fue archivada con otros documentos del patronato real de
Simancas.
Se trataba de 13 puntos que regirían el buen hacer de la
gobernadora. Como por ejemplo que estuviera presente los viernes en las
reuniones que tendría el Consejo Real de Castilla, donde no asistiría más que ella
y los consejeros, siempre reuniéndose a solas y en secreto. Que cuanto se
consulte a la reina, debería también ser trasladado al emperador, que escuche
fervientemente los pareceres del consejo, en especial en materia de justicia y
que le pusiera mas oído a lo que ellos proponen que a lo que otras personas
hayan suplicado. Que haya claridad en que los oficios de la corte han de
cumplirse bien y de forma correcta. Que se mantenga informado al presidente del
consejo de cuantos negocios le remitan las villas, ciudades y personas en
materia de justicia, gobierno y avisos en general para que se instruya de su
buena “prudencia y experiencia y celo grande que tiene al servicio de vuestra
majestad”. Que el presidente sea siempre consultado por los más dispares motivos
ya que por su prudencia y cordura su parecer será siempre en buen servicio de
la reina y el emperador.
A finales de 1938 Isabel estaba embarazada y este al menos en
su fase final no estaba siendo bueno. Ya el 2 de marzo de 1539, Estefanía de
Requessens (1504-1549) iniciaba una serie de comunicaciones a su madre plagadas
de malos augurios. “la reina debido a su indisposición estaba muy delgada y
desganada” así que encomendaban su salud a Dios. El esposo, don Juan de Zúñiga
(1488- 1546) escribía a su suegra el 29
de marzo de 1939 que aunque el emperador y los hijos están bien “la emperatriz
nuestra señora, la fatiga su indisposición, esta buena dos o tres noches y una
mala, y así anda”. El 20 de abril dio a luz a un feto muerto y empezó la
tragedia.
El 24 de abril de 1539, don Juan de Zúñiga escribe de nuevo a
su suegra “ya vuestra señora habrá sabido como mal pario el lunes pasado la
emperatriz, nuestra señora, un hijo y paso tanto peligro que olvidamos la
perdida de la criatura con ver libre a su madre”.
El alumbramiento estaba previsto para principios de verano,
pero el parto se adelantó y el 21 de abril de 1539 dio a luz a un niño muerto.
La comadrona, Quirce de Toledo, ante la imposibilidad de contener las
hemorragias que sufría la emperatriz, pidió permiso a ésta para acudir en busca
de los médicos de la Corte, pero Isabel se negó, posiblemente motivada por su
extremo pudor. Debido a su delicado estado inició la redacción de un nuevo
testamento, al igual que anteriores ocasiones, siendo ratificado por el
Emperador el 28 de abril. Hay que destacar que durante los días que duró su
agonía sufrió terribles hemorragias y como consecuencia de la infección tuvo
fiebres elevadas, según algunos testigos afrontó la muerte con serenidad y
entereza.
Al sentir Isabel que esta en sus últimos días, decide, como
ya hemos mencionado, otorgar su testamento. Juan Vázquez de Molina, que fue el
secretario de sus majestades y notario publico da fe de como la emperatriz ha
pedido que le traigan el testamento de Madrid del 7 de marzo de 1535. Así se
hace, lo revisa y advierte que aunque entre ese testamento y el momento actual
había habido una novedad que era el nacimiento de Juana, lo daba por bueno, así
como el memorial manuscrito de la relación de criados que se debía ayudar. Empieza
encomendando a Carlos V que haga que sus hijos crezcan en el cristianismo y que
mantenga buenas relaciones con su cuñado, el rey de Portugal. Luego mas de
sesenta entradas de recomendaciones y mercedes a sus criados. Se moría la
emperatriz y el emperador estaba ante ella. Al día siguiente valido y reconoció
este testamento así como el de 1535. Tras recibir confesión y la extremaunción
de manos del cardenal Tavera, murió a la edad de treinta y seis años en Toledo,
en el palacio de los condes de Fuensalida, el 1 de mayo de 1539. El día 2 de
mayo se iniciaron las misas por su eterno descanso y se realizó su solemne
funeral, tras lo cual sus restos fueron conducidos a Granada. Posteriormente,
en el año 1574, Felipe II ordenó trasladar el cuerpo de su madre al monasterio
de El Escorial.
El entierro tuvo lugar el 17 de mayo de 1539 en la capilla
real de Granada, fue depositado el ataúd para bajarlo a la bóveda al día
siguiente. El acto fue multitudinario, porque muchos sentían una real devoción
por la reina. Solo unos pocos bajaron a la bóveda, entre ellos los marqueses de
Lombay, el obispo de Granada, el marques de Mondejar, máxima autoridad real en
la ciudad. Antes de enterrarlo había que reconocer el cuerpo: “quitaron y
deslizaron el lienzo y descubrieron su rostro como convenía, sobre el cual
estaban ciertas vendas de lienzo delgado puestas a manera de cruces y en
presencia del dicho capellán mayor y así descubierto lo vieron todos los ya
mencionados, estando en el dicho ataúd este día en la tarde, a hora de las
nueve de la noche, poco mas o menos”.
Después, “vuelto a aderezar el cuerpo de su majestad y
cerrando el dicho ataúd, puesto en la dicha bóveda, cubierto con terciopelo
negro y una cruz en medio de color carmesí” se pidió al capellán mayor que por
cuanto había visto el cuerpo, se daba por entregado del cuerpo que quedaba
enterrado en la bóveda a mano derecha”, junto a Isabel la Católica (1451-1504).
**Francisco de Borja delante del féretro de Isabel de
Portugal por Jean Paul Laurens, donde recrea la escena de su conversión.
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Según el historiador Alfredo Alvar Ezquerra la historia
acerca de la conversión a monje del duque de Gandía (1510-1572), al ver el
cuerpo de Isabel de Portugal en estado de descomposición es una “patraña”. Beatificado en 1624 y canonizado como san
Francisco de Borja en 1671. En palabras del mismo autor “antes dije que era una
patraña, y en efecto, ni Girón, ni Sepulveda, ni Santa Cruz, coetáneos de los
hechos, hablan de ello. El reconocimiento del cadáver fue realizado por el
marques de Mondejar (1489-1566). Borja estuvo presente en todo lo que tuvo que ver
con el entierro, pero habrá sido la escena tan mortificante como lo fija en
nuestras retinas el gran cuadro de Moreno Carbonero??? A los biógrafos de
Borja, a Ribadeneira por ejemplo, en pleno pelear por la verdadera religión
contra tanta herejía, le venia como anillo al dedo inventarse el cuento de lo
del cuerpo de Isabel y la conversión de Borja. Inventar que un duque tan
cercano a Carlos V dejaba el mundanal ruido por los hábitos venia bien a una
España sacralizable. Que a Borja le impresiono lo indecible de la muerte de
Isabel es innegable. El en su testamento y en otras ocasiones, resalta el
recordar los primeros de mayo. Pero su proceso de crisis mental, digo de
conversión traumática, venia ya de antes: en su diario espiritual escribe el 27
de abril de 1566 que su conversión había acaecido el 27 de abril de 1539, antes
de la muerte de Isabel. Tan fulminante conversión y tantas cosas tienen otro
ritmo: el 26 de julio de 1539 fue nombrado por el emperador su lugarteniente en
Cataluña. Hasta que entrara en la vida religiosa habría de morir su esposa y
pasar dos lustros”.
*Wikipedia
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