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Marco Porcio Prisco (234 a.C.-149 a.C.) nació en Túsculo, una
ciudad del Lacio que dos siglos antes se había convertido en aliada de Roma.
Porcio era un labriego fornido, trabajador y con grandes
dotes para la oratoria, debido precisamente a su don de palabra sus paisanos
olvidaron su apellido (cognomen) Prisco y comenzaron a llamarle Cato o Catón,
que significa “sabio”.
Marco Porcio Catón siendo joven se unió al ejército y en el
209 a.C. participo en la conquista de Tarento, antigua colonia griega en el sur
de Italia. Fue entonces cuando entro en contacto con la cultura helénica y mas
tarde un vecino suyo Valerio Flaco (muerto en el 180 a.C.), admirado por su
austero modo de vida le sugirió trasladarse a Roma con el para iniciarse en la
vida publica.
Fue así como Catón emprendió el Cursus Honorum, la carrera de
honores típica de los ciudadanos romanos. Tras actuar como abogado en el Foro
fue elegido primero tribuno militar y poco después cuestor (pagador del
ejército). En el ejercicio de estos dos cargos intervino en la guerra contra
Cartago. Fue durante la campaña de África cuando comenzó su enemistad con
Escipión el africano (236 a.C.-183 a.C.)
Catón le reprochaba la inmensa cantidad de dinero que gastaba
y su perdida de tiempo en las palestras y teatros, a lo que el africano respondía
airadamente que contara las victorias no el dinero.
Tras su cuestura, Catón ingreso al senado. En el año 199 a.C.
fue elegido edil plebeyo y dos años después fue gobernador en Cerdeña. En estos
años se labro una reputación de gobernante honrado, que jamás toco una moneda
que perteneciera a la Republica y también obtuvo su gran fama como orador, que
le valió el apodo de “Demostenes romano”.
**Templo de Saturno, en el Foro Romano. |
Catón era conocido en toda la ciudad por su afición al
ahorro, rayana en la tacañería, y su gusto por la comida y el vestido sencillos
y sin ostentación. Pero también destaco como hombre de negocios, dedicado a
empresas de fletes marítimos y a sus campos de cultivo. Plutarco en su biografía le reprocha su afición
desmedida a hacer una fortuna y el duro trato que dispensaba a los esclavos de
su hacienda.
Tras su exitoso gobierno de Cerdeña, en el año 195 a.C. Catón
fue elegido para la más alta magistratura romana: el consulado. Su colega en el cargo fue su amigo Valerio Flaco y a
continuación a Catón le toco la provincia de Hispania Citerior donde cerca de
Ampurias derroto a una coalición de rebeldes y se dice que tomo trescientas
localidades enemigas.
Su rival Escipion el africano consiguió el gobierno de esa
misma provincia tras el y se apresuró a viajar allí para evitar que Catón
continuara obteniendo fama con sus victorias. El botín obtenido por Catón fue a
íntegramente entregado al erario publico salvo una cuantiosa recompensa que
otorgo a sus soldados.
El en cambio, no tomo nada para si, de hecho a su querido
caballo, con el que había conseguido tantas victorias, lo dejo en Hispania para
no encarecer el transporte de vuelta a Roma. Una vez en la capital en vez de dedicarse al ocio que su
carrera política y militar le aseguraba, decidió volver a empezar y se ofreció
como simple oficial o legado a otros generales y gobernadores provinciales. Así
acompaño como tribuno militar al cónsul Manio Acilio Glabrion a Grecia a luchar
contra Antioco III de Siria (241 a.C.-187 a.C.), quien había invadido la región
y soliviantado a las ciudades griegas contra Roma.
Tras contribuir de manera decisiva a la victoria de Acilio en
la batalla de las Termopilas en el 191 a.C. liderando personalmente la carga
contra la retaguardia griega, Catón regreso a Roma. Así, con 44 años, Catón dio por terminada su carrera militar.
Pero no por ello se apagaron sus ambiciones políticas, sino al contrario, su
aspiración se dirigió a uno de los cargos más prestigiosos de la Republica, el
de censor. Básicamente un sensor era el encargado de elaborar el censo de
ciudadanos romanos, decidiendo quien podía ser contado como tal y también quien
tenia derecho a ser senador y caballero.
Esto le daba potestad para expulsar a quienes no se ajustaban
a las virtudes exigidas por dichas órdenes. Los censores se convirtieron así en
una especie de policía moral, muy respetada por los romanos.El interés de Catón por este cargo se explica por su decidido
propósito de restablecer en Roma lo que el consideraba como la autentica moral
romana. Estaba indignado por la influencia que la cultura y las costumbres
griegas, que consideraba depravabas y nocivas. Consideraba la higiene personal
y la costumbre de afeitarse como una forma de afeminamiento y por ello quiso
poner de moda las túnicas de lana raídas y las barbas descuidadas. También
lanzo resonantes acusaciones contra destacados miembros de la elite romana.
Denuncio a su antiguo jefe militar Acilio Glabrio por haber aceptado sobornos y
poco después a Escipión asiático (muerto en el 183 a.C.), hermano del africano,
por haber aceptado dinero de Antíoco. Estas actuaciones acrecentaron su
popularidad hasta que en el año 184 a.C. fue nombrado censor.
Durante el ejercicio de su cargo Catón consiguió revisar las
listas de senadores y caballeros, aprobó medidas contra los publicanos
(recaudadores de impuestos) a los que el pueblo odiaba por su codicia y decreto
duros impuestos sobre las compras de artículos que consideraba de lujo, como
vestidos, carruajes o vajillas. Durante años se le vio yendo y viniendo por el Foro,
defendiendo causas, apoyando reformas, intentando volver a la supuesta
severidad de los antepasados.
Pero en su vida personal, no estuvo siempre a la altura de lo
que exigía de los demás. Habiendo enviudado de su esposa y teniendo un hijo ya
crecido, empezó un romance con una doncella que no solo era mucho mas joven que el sino que también era la hija de uno de
sus libertos, algo poco apropiado para un ex cónsul y ex censor. Cuando la
historia se supo en Roma, se tuvo que casar con la muchacha y tuvo un hijo de
ella.
Ni siquiera cuando ya era un octogenario, Catón dejo de
actuar como autoridad moral ante sus conciudadanos y de advertirles sobre el
peligro del contacto con el extranjero. En el año 155 a.C. hizo que expulsaran
a los embajadores de Atenas, por la mala influencia que ejercían en la vida
romana, según creía el. Al mismo tiempo, con la excusa de apoyar a Masinisa (238
a.C.-148 a.C.), Rey de Numidia, que era aliado de Roma, alerto a sus
compatriotas de la amenaza para su seguridad que representaba Cartago, a la que
instaba a borrar del mapa. No alcanzo a ver los resultados de sus discursos,
pocos meses después de su muerte a los 85 años, Cartago fue destruida implacablemente
por el ejercito romano y su perímetro urbano quedo sembrado con sal para que
nada volviera a crecer jamás.
Sin embargo, pocas de las medidas apoyadas por Catón para
disciplinar a los romanos perduraron, un siglo después en plena crisis de la
Republica, su figura de patriota inflexible se recordaba como perteneciente a
otra época lejana.
Un hombre de contrastes: se dice que fue un padre de familia
ejemplar, ya que su dureza de carácter no se extendía al plano personal, Catón creía
en la santidad del matrimonio y criticaba a quienes pegaban a sus esposas e
hijos, diciendo que “ponían mano en lo mas sagrado”.
Se preocupo por la crianza de sus hijos, sobre todo del que
tuvo de su segunda esposa. Dejaba de lado sus asuntos públicos, incluso los de
gran importancia, para estar presente mientras su esposa lavaba y amamantaba al
bebe. También se ocupo personalmente de su educación, en lugar de encomendársela
a un esclavo, y le enseño las primeras letras, leyes, ejercicios físicos y
manejo de armas.
Pese a la derrota de Cartago en la Segunda Guerra Púnica, Catón
estaba convencido de que aquella ciudad representaba la peor amenaza a la fecha
de Roma y estaba tan obsesionado con esta idea que en el Senado acababa sus
discursos sobre cualquier tema siempre con las mismas palabras “y además opino
que Cartago debe ser destruida” (delenda est Carthago)
*Wikipedia.
**Imagenes Google.