*Representación de la batalla.
Tras largos
años de trabajo, un equipo de investigadores españoles de la Universidad de
Jaén ha conseguido toda una hazaña arqueológica: identificar el lugar exacto de
la batalla de Baecula, librada hace más de 2.000 años entre romanos y
cartagineses en la provincia de Jaén. Gracias a un Sistema de Información
Geográfica (SIG), los arqueólogos han logrado reconstruir paso a paso la
batalla, los avances de las tropas, las escaramuzas cuerpo a cuerpo y la
situación de los campamentos de ambos bandos.
"Entonces
Escipión da orden a los vencedores de lanzarse sobre el centro de la formación,
reparte con Lelio las tropas restantes y le manda rodear la colina por el lado
derecho hasta encontrar un camino de subida menos pendiente; él describiendo un
pequeño arco por la izquierda, se lanza sobre el flanco enemigo".
De esta forma
tan gráfica, el historiador romano Tito Livio describe la estrategia de combate
de Publio Cornelio Escipión, el Africano, durante la cruenta batalla de
Baecula, librada contra un ejército cartaginés de más de 20.000 hombres
comandado por Asdrúbal Barca, hermano del mismísimo Anibal. Estamos en el año
208 Antes de Cristo y esa batalla supone, precisamente, el primer gran
enfrentamiento de Escipión contra los cartagineses después de tomar el mando
del ejército de Roma en la Península Ibérica. La batalla forma parte de la
Segunda Guerra Púnica y resultó clave para el dominio del Mediterráneo hace ya
más de 2.200 años.
Gracias a una
estrategia envolvente, y a pesar de que el enemigo se había instalado en lo
alto de una meseta protegida por dos escarpados riscos en sus flancos y un río
en la retaguardia, Escipión logró vencer a Asdrúbal, que tras su derrota no
tuvo más remedio que huir al norte, hacia los Pirineos, para desde allí penetrar
en las Galias y preparar después un ataque contra Roma. Fue el principio del
fin del dominio cartaginés sobre la Península Ibérica.
El lugar de la
batalla
Pero, ¿dónde se
celebró exactamente esta importante batalla? ¿Y dónde están sus restos?
Basándose en las prolijas descripciones de Tito Livio y Polibio se pensaba
hasta ahora que el escenario se encontraba muy cerca de Bailén, pero un equipo
del Instituto Andaluz de Arqueología Ibérica (CAAI), de la Universidad de Jaén,
dirigido por Arturo Ruiz y Juan Pedro Bellón ha conseguido, tras largos años de
investigación y la ayuda de las más modernas tecnologías, determinar que el
escenario exacto de la batalla fue el Cerro de las Albahacas, en el término
municipal de Santo Tomé (Jaen). La revista Archaeology acaba de publicar un
extenso artículo sobre la investigación.
Ha sido un
esfuerzo titánico. En palabras de Arturo Ruiz, "una labor de detectives
que nos ha llevado largos años de búsqueda y para la cual no teníamos más que
los textos históricos". Amplias zonas del valle del Guadalquivir tuvieron
que ser rastreadas en busca de coincidencias con las descripciones de Tito
Livio y Polibio. "Utilizamos incluso Google Maps para buscar las zonas que
mejor encajaban con lo que andábamos buscando". Hubo que descartar por lo
menos una docena de localizaciones hasta encontrar un lugar (el cerro de las
Albahacas) que coincidía punto por punto con las descripciones históricas y que
parecía ser el candidato perfecto para ser el tan buscado campo de batalla.
Pero había que demostrarlo.
Para completar
el estudio, los arqueólogos del CAAI barrieron el cerro (una superficie de 40
hectáreas) durante cinco años más (entre 2006 y 2010) con detectores de metales
y referenciaron la posición de cada objeto individual con GPS. Al final de la
quinta campaña de prospección, el equipo de la Universidad de Jaén había
recopilado 6.123 restos metálicos. Entre ellos, puntas de flecha y de lanza,
diversos utensilios y, lo que sería más importante para la investigación
posterior, un gran número de las tachuelas metálicas con las que los soldados
romanos reforzaban sus sandalias.
Los romanos, en
efecto, llevaban remaches de hierro incrustados en las suelas de cuero, para
mejorar el agarre y limitar el deterioro del calzado durante las largas
marchas. Pero esas pequeñas piezas, llamadas clavi caligarii, se desprendían
con facilidad y quedaban sembradas por los campos que el ejército cruzaba. Al
no tener un gran valor material, los remaches han permanecido in situ durante
largos siglos y han podido ser localizados ahora por los detectores de metales
de los arqueólogos. Son precisamente esas pequeñas piezas las que indican la
localización de los campamentos, las rutas seguidas por los soldados y, lo que
es más importante, los lugares donde tuvieron lugar las batallas.
El equipo tenía
ahora una enorme cantidad de material recopilado, y cada una de las piezas
encontradas localizada con precisión en un mapa. "Fue entonces, explica
Arturo Ruiz cuando tuvimos la idea de recoger toda esa información en un
Sistema de Información Geográfica (SIG), lo que nos proporcionó una visión de
conjunto que antes no teníamos, y la posibilidad de hacerles preguntas concretas
a los datos".
El software
elegido fue Geomedia Professional, de Intergraph, compañía que inmediatamente
se interesó por el proyecto y prestó todo el apoyo técnico y logístico
necesario para su realización. Se creó una completa base de datos con cada una
de las piezas debidamente georeferenciada y comenzó la que puede considerarse
la fase decisiva de la investigación.
Resultó que la
zona con mayor concentración de restos estaba, precisamente, en la parte más
alta de la colina, y rodeada, como dicen los antiguos textos, por un ribazo muy
abrupto. Era el campamento de Asdrúbal. Segmentando la información en el SIG,
los investigadores comprobaron que era precisamente aquí donde se concentraba
la mayor parte de los clavos y otros utensilios usados para el montaje de las
tiendas.
De la misma
forma, los arqueólogos pudieron determinar, a partir del número y la
distribución de las tachuelas sobre el terreno, cuáles fueron los movimientos
de las tropas romanas durante el ataque, dónde se concentró el grueso del
ejército de Escipión e, incluso, dónde tuvieron lugar los combates cuerpo a
cuerpo. De pronto, como si se superpusiera una transparencia sobre un mapa,
todo coincidía a la perfección y los ecos de la batalla de Baecula, más de
2.200 años después, volvía a resonar en el cerro de las Albahacas.
El equipo de
Arturo Ruiz ha podido así reconstruir paso a paso los acontecimientos. Las
tachuelas de las sandalias, los dardos, las fíbulas y las bullas revelaron la
situación del campamento romano. La cerámica, las monedas y los restos de
empalizada del campamento cartaginés, así como el lugar exacto, en lo alto de
la colina, al que Asdrúbal trasladó a sus tropas para defenderse de la amenaza.
Las tachuelas de las sandalias romanas y su distribución han permitido
reconstruir con detalle el avance de las tropas y ponen de relieve la
estrategia de "tenaza" utilizada por Escipión el africano para rodear
a su enemigo.
El
"proyecto Baecula", sin embargo, no está cerrado. "Seguimos
trabajando, explica Ruiz, buscando más restos, más datos de campo y
profundizando en los pormenores de la batalla. Quedan aún algunos interrogantes
por resolver, y mucho trabajo por delante".
Así fue la
batalla de Baecula
Los textos
históricos recopilados por el equipo de Arturo Ruiz ofrecen un relato
apasionante de la batalla de Baecula, una de las más importantes de la Segunda
Guerra Púnica. Reproducimos aquí, por su interés, las descripciones de Tito
Livio y Polibio sobre el enfrentamiento:
La secuencia de
la batalla está bien recogida por Polibio (X 38, 7 a 40) cuando señala: “El
general cartaginés recorría entonces los parajes de Castulo, alrededor de la
ciudad de Becula, no lejos de sus minas de plata. Informado de la proximidad de
los romanos, cambió de lugar su campamento [...]” (Polibio X 38, 7 y 8).
Tito Livio
confirma esta información y añade algún dato más “El ejército cartaginés más
próximo, el de Asdrúbal, estaba cerca de la ciudad de Baecula. Delante del
campamento tenían avanzadillas de caballería; los escaramuceadotes, las tropas
de vanguardia y las que iban a la cabeza de la columna, (Se refiere al ejercito
romano) sobre la marcha y antes de buscar emplazamiento para el campamento,
lanzaron un ataque contra éstas tomándolas tan poco en serio que no había duda
sobre cuál era la moral de uno y de otro bando, los jinetes fueron rechazados
en una huida atropellada hasta el campamento, y las enseñas romanas llegaron
casi hasta las mismas puertas. Aquel día, simplemente se avivó el espíritu de
combate y los romanos acamparon” (Tito Livio XXVII 18, 1 a 4).
Cambio de
campamento
Seguramente
presionado por estas acciones cambio Asdrúbal de campamento a un lugar que
según Polibio tenía “[...] un río que fluía a sus espaldas y delante de la
empalizada había un llano defendido por un escollo lo suficientemente hondo
para ofrecer protección; el llano era tan ancho que cabía en él el ejército
cartaginés formado. Asdrúbal permaneció en este sitio; apostó día y noche
centinelas en el escollo” (Polibio X 38, 8). Tito Livio lo describe así: “Por
la noche, Asdrúbal replegó sus tropas a una altura que tenía una explanada en
la parte más alta. Por detrás había un río y por delante y por los lados ceñía
todo su contorno una especie de ribazo abrupto. En la parte baja había también
otra planicie ligeramente inclinada, rodeada a su vez por un saliente
igualmente difícil de escalar. Cuando al día siguiente vio Asdrúbal que el
ejército romano estaba formado delante del campamento, hizo bajar a esta
planicie inferior a estos jinetes númidas y a los baleares y africanos de
armamento ligero” (Tito Livio XXVII 18, 5 a 7).
La batalla
La
escenificación de la batalla queda perfectamente recogida en los dos autores.
Tito Livio señala: “Escipión recorría sus filas y enseñas y les hacía ver cómo
el enemigo, renunciando de antemano a la posibilidad de luchar en campo
abierto, buscaba las alturas y estaba allí a la vista confiado en la posición y
no en el valor y las armas; pero murallas más altas tenía Cartagena, y los
soldados romanos las habían escalado; ni las alturas, ni la ciudadela, ni
siquiera el mar habían resistido a sus armas. Las alturas que habían buscado
les iban a servir al enemigo para escapar saltando por precipicios y
despeñaderos, y él les iba a cortar también la huida por allí” (Tito Livio
XXVII 18, 8 y 9).
Polibio opina
que Escipión estuvo indeciso por la posición estratégica y segura del enemigo.
“Esperó dos días, pero temía la llegada de los hombres de Magón y del otro
Asdrúbal, el hijo de Giscón, con lo que se vería rodeado de enemigos. Decidió,
pues, probar su suerte y tantear al adversario” (Polibio X 38, 10). Los pasos
previos a la batalla se dirigieron a cercar al enemigo e impedirles apoyos,
dice Tito Livio que “ordenó a una cohorte ocupar la entrada del valle por donde
descendía el río, y a otra apostarse en el camino que llevaba de la ciudad a
los campos serpenteando por la colina. Él, al frente de las tropas ligeras que
el día anterior (según Tito Livio Escipión no espero dos dias) habían rechazado
los puestos avanzados del enemigo, marchó contra los soldados de armamento
ligero situados en la plataforma de más abajo (Tito Livio XXVII 18, 10 y 11).
Según Polibio,
las tropas de Escipión eran “los vélites y una tropa escogida de infantería; y
el general romano dispuso también el resto de sus fuerzas, pero de momento lo
retuvo dentro de la acampada” (Polibio X 39, 1 y 2). Dice Tito Livio que “al
principio avanzaron por terreno escarpado sin otro impedimento que las
dificultades del camino; después, cuando estuvieron a tiro, cayó de pronto
sobre ellos una enorme cantidad de armas arrojadizas de todas clases; ellos por
su parte lanzaban piedras que el terreno ofrecía por todas partes, casi todas
manejables, y no sólo los soldados sino también la masa de siervos mezclados
con ellos. Pero a pesar de que el ascenso era dificultoso y casi los cubrían
los dardos y las piedras, gracias a su práctica en escalar muros y a su
tenacidad subieron los primeros. En cuanto éstos ocuparon un poco de espacio
donde mantenerse a pie firme, desalojaron de la posición al enemigo, armado a
la ligera y habituado a escaramuzas, combatiente seguro a distancia cuando se
elude la batalla desde lejos a base de proyectiles, pero también carente de
firmeza en la lucha cuerpo a cuerpo; causándole muchas bajas, lo empujaron
hasta la formación que se mantenía en una parte más elevada de la colina” (Tito
Livio XXVII 18, 11 a 14).
El ataque final
Polibio detalla
que fue entonces cuando “[...] Escipión hizo entrar en combate a su infantería
ligera, que debía apoyar a los que iniciaron la acción. El resto de sus
fuerzas, lo tenía ya dispuesto, la mitad directamente a sus órdenes; con estos
hombres dio un rodeo por el escollo y arremetió contra los cartagineses. El
mando de la segunda mitad, lo confió a Lelio, con la orden de marchar contra el
flanco derecho del enemigo. Estas operaciones se encontraban ya en pleno
desarrollo, cuando Asdrúbal hacía salir todavía a sus hombres del campamento.
Confiado en su posición, no se había movido de él, convencido de que el enemigo
no se atrevería a atacar. Pero éste atacó, contra todas las previsiones del
cartaginés, quien desplegó sus fuerzas demasiado tarde. Los romanos acometieron
por las alas, en lugares donde el enemigo no había establecido posiciones, de
modo que no sólo treparon sin riesgo por el escollo, sino que se establecieron
en formación, se lanzaron contra los que les agredían sesgadamente y los
mataron” (Polibio X 39, 3 a 6).
Tito Livio
detalla que las fuerzas que avanzaban por el centro “[...] nunca lo habrían
conseguido, dado lo accidentado del terreno, si se hubieran mantenido cerradas
las filas con los elefantes colocados delante de las enseñas” (Tito Livio XXVII
18, 18 y 19); y termina relatando que “ya ni siquiera había espacio libre para
la huida, pues las avanzadas romanas habían ocupado las salidas a la derecha e
izquierda y, por otra parte, la puerta del campamento había sido cerrada al
huir el general y los oficiales, sumándose a esto el pánico de los elefantes,
tan temidos como el enemigo cuando se espantaban. En consecuencia, fueron
muertos cerca de ocho mil hombres” (Tito Livio XXVII 18, 20).
La retirada de
Asdrúbal
Polibio por su
parte añade “según sus propósitos iniciales, Asdrúbal no luchó hasta el final;
cuando vio a sus fuerzas huir derrotadas tomó su dinero y sus fieras, reunió el
máximo número de fugitivos que le fue posible y se retiró siguiendo el río Tajo
aguas arriba, en dirección a los puertos pirenaicos y a los galos que viven
allí. Escipión no creyó oportuno acosar de cerca de los hombres de Asdrúbal, ya
que él mismo temía el ataque de los otros dos generales, por lo que envió a sus
soldados a saquear el campamento enemigo. Al día siguiente reunió a todos los
prisioneros, unos diez mil soldados de infantería y más de dos mil jinetes, y
dispuso personalmente de ellos. Los iberos que, en las regiones citadas,
anteriormente habían sido aliados de los cartagineses, fueron y se entregaron a
la lealtad de los romanos; a medida que se iban encontrando con Escipión, lo
llamaban rey “(Polibio X 39, 7 a 9, 40, 1 y 2).
*ABC