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viernes, 12 de julio de 2013

La Endogamia en la Dinastia de los Austria: El Principe Felipe Prospero.






*Famoso retrato del príncipe Felipe Próspero realizado por Diego Velázquez en 1659. Se puede apreciar como  del pecho y la cintura del niño colgaban cascabeles, campanillas y sonajeros dorados, higas de azabache y oro, en un intento por protegerle contra la enfermedad y la muerte.




Para la segunda mitad del siglo XVII, el nacimiento de un heredero varón para la corona española era,  un suceso claramente anhelado. 

El príncipe Felipe Próspero José Francisco Domingo Ignacio Antonio Buenaventura Diego Miguel Luis Alfonso Isidro Ramón Víctor de Austria (1657-1661), fue el cuarto hijo del matrimonio formado por Felipe IV de España (1605-1665), conocido como el rey planeta y su segunda esposa, la reina doña Mariana de Austria (1634-1696), siendo el primer varón, lo que le convirtió inmediatamente en Príncipe de Asturias y heredero universal de todos los reinos, estados y señoríos de la Monarquía Hispánica.

El bautizo de Felipe Próspero tuvo lugar el 15 de diciembre en la capilla del Real Alcázar y se celebró por el durante varios meses. El agua bendita fue traída desde el río Jordán por algunos frailes que habían regresado recientemente de Jordania. Se dice que el príncipe gritó vigorosamente después que fue bautizado, y, atraído por la resonante voz alta, el rey, que estaba mirando a través de las celosías, exclamó:" Ah que le va bien el sonido! La casa huele a un hombre ahora!. El costo del bautizo fue de 600.000 ducados.

Todas estas celebraciones dan una medida de la importancia que tuvo para la Monarquía Hispánica el nacimiento de un heredero varón del que estaba carente desde la inesperada muerte del príncipe Baltasar Carlos (1629-1646), quien contaba con tan solo 16 años de edad. El nacimiento de Felipe Próspero ponía fin a las peripecias dinásticas que Felipe IV había tenido que realizar a través de sus hijas María Teresa (1638-1683) y Margarita (1651-1673).

Felipe IV consciente de la importancia del pequeño Felipe Próspero le hizo jurar como Príncipe de Asturias apenas un año después de su nacimiento en 1658. Sin embargo, la salud no acompañaba al nuevo heredero: del pecho y la cintura del niño colgaban cascabeles, campanillas y sonajeros dorados, higas de azabache y oro, amuletos que en la mentalidad popular se consideraban protectores de la infancia contra la envidia, los celos, los maleficios y, lo que era más importante de todo en el caso del pequeño príncipe, contra las enfermedades y la muerte. Sin embargo, débil y enfermizo desde su nacimiento, poco pudieron hacer en su favor todos estos objetos, pues la anemia y los ataques epilépticos que padeció desde su nacimiento, probablemente debido a que tuvo un sistema inmunológico muy defectuoso causado por generaciones de endogamia, le condujeron a la muerte el 1 noviembre de 1661 a la edad de 3 años, y apenas cinco días antes del nacimiento del futuro Carlos II (1661-1700). La endogamia estaba tan extendida en su caso, (su madre era sobrina de su padre), que todos sus ocho bisabuelos eran descendientes de Juana de Castilla (1478-1555) y el archiduque Felipe “el hermoso” de Austria (1478-1506)

Felipe IV se sentía indirectamente responsable de la muerte de su hijo, lo que está claro en una carta que le escribió a Sor María Jesús de Ágreda (1602-1665) por la muerte de Felipe Próspero:

“Con la larga efermedad de mi hijo (el príncipe Felipe Próspero) y continua asistencia que tenía en su aposento, no me ha sido posible responder a vuestra carta del 7 del pasado, ni la ternura me ha dado lugar para hacerlo hasta ahora. Confiésoos, Sor María, que ha sido grande, pues haber perdido tal prenda lo pide así; pero en medio de este gran dolor he procurado ofrecérsele a Dios y conformarme con Su divina voluntad, creyendo verdaderamente que lo que dispone Su Providencia es lo que más importa. Y os aseguro que lo que a mí más me fatiga, y mucho más que la pérdida, es ver claramente que tengo enojado a Dios y que por mis pecados me envía estos castigos. Sólo quisiera saber enmendarme y cumplir en todo Su voluntad y evitar Sus ofensas, para lo cual hago y haré cuanto fuere posible, deseando perder la vida a trueque de conseguirlo. Ayudadme como amiga con vuestras oraciones a aplacar la justa ira de Dios y a suplicar a Nuestro Señor que, ya que ha sido servido de quitarme este hijo, lo sea de alumbrar con bien a la Reina, cuyo parto aguardamos cada hora, le dé perfecta salud y guarde lo que naciere, si fuere así Su servicio, que de otra manera no lo quiero. La Reina ha llevado este golpe, aunque con ternura, con gran cristiandad, pero no me espanto, porque es un ángel.

¡Ah, Sor María! Si yo hubiera acertado a ejecutar vuestras doctrinas, quizá no me hallara en este estado. Pedid a Nuestro Señor que me abra los ojos, porque en todo ejecute Su santa voluntad. También aguardamos por horas nuevas del parto de mi hija (la reina de Francia María Teresa); quiera Dios dárselo muy feliz.

En las cosas de Inglaterra no hay novedad.

Yo, a Dios gracias, estoy bueno, que no es poco con semejante accidente, pues os aseguro que me hallo muy fatigado.

Hasta aquí os tenía escrito el domingo a las once, y a la una fue Nuestro Señor servido de restituirme el hijo que me había quitado dándome otro (el futuro Carlos II), de que quedo con el agradecimiento que pide tan singular beneficio y misericordia, deseando no ser desagradecido. Ayudadme a postrarme a sus pies y suplicarle me conserve esta prenda si fuere Su servicio, que si no, no lo quiero, sino que ejecute Su voluntad. La Reina y el niño están buenos, de que quedo contento, y os pido los encomendéis a Dios.

De Madrid, 8 de noviembre de 1661. Yo el Rey.”







* Kunsthistorisches Museum de Viena.