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domingo, 29 de septiembre de 2013

General Maximiliano Hernández Martínez, Presidente de El Salvador (1931-1944)



*General Maximiliano Hernández Martínez, Presidente de El Salvador (1878-1966)





El general y político salvadoreño nació el 29 de octubre de 1878, en el pueblo de San Matías, Jurisdicción de San Juan Opico, en el departamento de La Libertad. Sus padres fueron el agricultor guatemalteco Raimundo Hernández y la señora Petrona Martínez, de nacionalidad salvadoreña. Ambos eran de origen nahuat.

Se decía que el señor Raimundo Hernández era un coronel emigrado de Guatemala desde la caída del Presidente Vicente Cerna, habiéndose empleado como mayordomo en una propiedad agrícola. Poco después de regresar de la emigración a su tierra natal, se llevo a ese país al joven Maximiliano, dedicándolo al estudio, y fue allá donde este obtuvo su titulo de bachiller, luego ingreso como cadete a la Escuela Politécnica de Guatemala.

 Casi terminando sus estudios, antes de la obtención del grado de Sub teniente, sobrevino un penoso suceso que le impidió a este obtener su ascenso a oficial. A finales del siglo XIX, específicamente en 1899, estuvieron a punto de romperse las relaciones entre Guatemala y El Salvador, por el antagonismo de sus gobernantes, el abogado Manuel Estrada Cabrera (1857-1924)  y el general Tomas Regalado (1861-1906) respectivamente, los que eran casi enemigos personales. Según algunas fuentes, esto motivo a que el joven Maximiliano no pudiera graduarse de la Escuela Politécnica, sin embargo otras aseguran que si termino sus estudios en dicha escuela, obteniendo el grado de subteniente. 

Sea como fuere, a su llegada a El Salvador,  se presento ante el presidente Tomas Regalado, quien ordeno al coronel francés Julio Bias, director de la Escuela Politécnica Militar,  de dar la plaza de guarda almacén al subteniente Maximiliano Hernández Martínez. En su hoja de servicio aparecen las siguientes fechas de ascensos: subteniente el 14 de septiembre de 1900, teniente el 17 de noviembre de 1903, capitán el 13 de junio de 1906, capitán mayor el 23 de agosto de 1906, teniente coronel el 8 de mayo de 1909, coronel el 12 de junio de 1914 y general de brigada el 27 de junio de 1919.

Durante esos 19 años en que alcanzo el generalato, se destaca lo siguiente: en sus primeros 7 años se desempeño como guarda almacén, estudiante, instructor y profesor de la Escuela Politécnica Militar, primero bajo el mando del coronel Bias, y después de los directores de la misión chilena, capitán Juan Bennett Argandoña y teniente Carlos Ibáñez del Campo, años después presidente de Chile.

El año 1906 participo en la campaña de Guatemala, bajo las órdenes del general Félix Rodolfo Cristales, siendo comandante de la compañía de cadetes. En el año 1907 también participo en la guerra de Namacigüe, en expedición hasta el oriente de Choluteca en Honduras, a las ordenes del general José Dolores Preza. En el mismo año comando parte de las fuerzas leales enviadas a Sonsonate, logrando recuperar esa plaza que había sido tomada por invasores nicaragüenses, liderados por los generales facciosos Prudencio Alfaro y Manuel Rivas. Es de observar que los grados de capitán y mayor los obtuvo Hernández Martínez en 1906, lo que demuestra un ascenso por destacados servicios.

Luego de estos acontecimientos, se dice que Maximiliano Hernández Martínez efectuó estudios universitarios, cursando la carrera de derecho durante 4 años, no habiendo coronado esta por motivos desconocidos. 

Ideológicamente el general Hernández Martínez fue educado en el materialismo, en su primera juventud. Su bachillerato en Guatemala tenía como materia obligatoria la Filosofía Positiva de Augusto Comte. En la época de principios del siglo XX se puso de moda la Teosofía y la Filosofía Oriental, y el general se vio atraído por estas, afiliándose a las logias esotéricas y empapándose en las lecturas de Blavatsky, Ramacharaka, Annie Besant, etc. por muchos años fue un iniciado, para luego convertirse en hermano y finalmente en maestro.

Mientras tanto no descuidaba lo militar, sino al contrario, ya que soplaban aires belicosos de viejas rivalidades y se presentía la Primera Guerra Mundial. Hernández Martínez como muchos estudiosos militares, consultaba autores alemanes y franceses, principalmente Clausewitz, York von Wurtenburg y von der Goltz, así como a Camon, Foch y Culman. El general llego a publicar una obra de estrategia llamada “Nociones sobre la conducción de la Guerra”

Entre la época como alumno en la Escuela Politécnica y la Presidencia, el general Hernández Martínez desempeño importantes cargos como la comandancia departamental de Sonsonate, la del regimiento de ametralladoras, la dirección de la Escuela de Cabos y Sargentos, profesor en la Escuela Politécnica Militar de El Salvador, Inspector General del Ejercito, etc.


Por esta época inicio sus relaciones con doña Concha Monteagudo, hija del patriota cubano Monteagudo, con quien se caso a fines del año 1930 y con quien tuvo ocho hijos: Alberto, Carmen, Esperanza, Marina, Eduardo, Rosa, Gloria y Maximiliano.

En 1922, ya con el grado de general,  quien es mas familiarmente conocido como general Martínez, obtuvo el mando de las tropas que se destacaron a la frontera norte con Honduras, con motivo de las intentonas de invasión de emigrados partidarios de don Arturo Araujo, por la zona de Arcatao. Para entonces tenia ya cimentada su fama de hombre bien preparado. Oficiaba como conferencista en múltiples círculos y tenia, un carisma de líder para muchos militares y civiles. Se formaron grupos de amigos y entusiastas del general, y lo seguían para escucharlo. Fue durante la administración del doctor Pio Romero Bosque cuando el general comenzó a ganar adeptos con fines electorales y su propaganda aparentaba divulgar las bondades del teosofismo. 
 
En cuanto a su semblanza personal, podemos mencionar que el general Hernández Martínez era un hombre de mediana estatura, delgado y muy caído de hombros y aunque parecía tener muy poco peso, era sano y fuerte. Montaba bien a caballo cuando pasaba ya de los 60 años y fue trabajador persistente. Era de color moreno, ojos de aspecto un tanto asiático, oscuros, muy vivos y chispeantes, siempre rasurado de barba y bigote, cabello negro muy corto y que tardo en encanecer.

Muy dado a madrugar, leía incansablemente toda clase de asuntos, temas de trabajo y periódicos, además de las referidas lecturas de filosofía oriental, obras de derecho y materias militares, estudiaba también sobre cooperativismo y técnicas agrícolas. Uno de sus libros de cabecera era el Kibalyon, atribuido a Hermes Trismegisto.

Se le conocía como el “brujo de San Matías” o el  “mago de las aguas azules” y efectivamente cuentan que fue practicante de la magia y brujería. Creía en el desdoblamiento del cuerpo astral, en la ley del karma, la transmigración de las almas, la evolución a través de vidas sucesivas, etc. compartiendo muchas de las creencias del budismo. Como buen teosofista no comía carne,  se alimentaba a base de maíz, frijoles y verduras y tampoco ingería licores ni cerveza. Practicaba el yoguismo y la respiración profunda, en la madrugada, para aspirar “prana” (aire inspirado en el hinduismo). Afirmaba hablar con los difuntos y era experto en localizar nacimientos de agua valiéndose de la varilla de los zahories. Le encantaba curar enfermos con sus aguas de colores, principalmente aguas azules (estas eran agua puesta al sol en botellas de vidrio de diferentes colores, que según el adquirían propiedades curativas) usando también pases magnéticos, cinturones de cobre, etc.

A Jesucristo lo consideraba un espíritu superior comparable a Moisés, Buda, Krishna, etc. y aceptaba el catolicismo como buena religión y como buen político mantuvo relaciones amistosas con el clero.



EL GENERAL HERNÁNDEZ MARTÍNEZ COMO VICEPRESIDENTE DE EL SALVADOR.


En 1930, ultimo para terminar el periodo presidencial del doctor Pio Romero Bosque, de acuerdo con la ley, se convoco a elecciones. En esa época no existían aun los partidos políticos permanentes y los pretendientes a la presidencia lanzaban individualmente su candidatura. Estos candidatos organizaban las directivas de su partido e iniciaban su campaña para efectuar el proselitismo respectivo, las promesas estaban insertadas en el programa ideológico que incluía el ofrecimiento a la población de ventajas y libertadas que rara vez se les cumplía. Nunca se elevo el nivel de vida del pueblo, que había vivido en una especie de semi feudalismo. Las campañas eran costosas y se invertían fuertes sumas de dinero en publicaciones, anuncios en los periódicos, banquetes, fiestas, viajes de propaganda, etc.

El general aprovechando la libertad electoral que categóricamente ofreció Romero Bosque, dispuso presentarse a la contienda electoral, lanzando su candidatura, lo mismo que los políticos Alberto Gómez Zarate, Enrique Córdova, Miguel Tomas Molina, Arturo Araujo y Antonio Claramount Lucero. 

Gómez Zarate contaba con la masa del pueblo gobiernista, Córdova con la crema del oficialismo anterior, Molina con lo mejor de la oposición antigua, Claramount con los obreros capitalinos, Araujo que era un filántropo, activista rebelde y rico, tenia a un grupo de socialistas y la campaña que le hacia el ilustre pensador Alberto Masferrer, esta campaña se llevo a cabo en una situación difícil para el país, pues se vivían los comienzos de la crisis económica mundial de 1929-1932.

A finales de 1930 y principios de 1931, el general Hernández Martínez no contaba más que con sus amigos de las logias esotéricas y algunos compañeros militares y alumnos. No tenia al causar baja, por solicitarla, ni sueldo ni casa propia, por lo que un grupo secreto “los cien amigos de Martínez” le reunían mensualmente unos 500 colones y tal dinero era invertido en el sostenimiento de la familia del general. Conocida tal precaria situación, los políticos se burlaban de él, aduciendo que era un pobre chiflado metido en política. 

La propaganda en los departamentos fue un fracaso logrando que tan solo 18 personas lo apoyaran en Ahuachapán. Pero no desmayo como sucedió con otros candidatos minoritarios, que se retiraron de la lucha. Por razones económicas, de propaganda y por la popularidad de Arturo Araujo, el plan del general cambio, debiendo considerar la coalición de sus pocos partidarios (se menciona unos 4000) con el laborismo. No se sabe como logro ser postulado en la planilla laborista como candidato a vicepresidente de la Republica y que también Araujo le ofreciera el futuro Ministerio de Guerra y Marina al compañero de formula.

La campaña araujista fue como un huracán,  las masas proletarias, reforzadas por sindicatos y estudiantes universitarios acuerparon al laborismo. La bandera de la reforma agraria atrajo a miles de colonos y campesinos de occidente y muchos partidarios de los candidatos retirados apoyaron las filas de Araujo, así como también la nueva agrupación llamada Partido Proletario Salvadoreño dirigida por el activo líder Luis Felipe Recinos. 

Por gran mayoría de votos el partido laborista gano las elecciones, y como consecuencia fueron designados  los supremos cargos de Presidente y Vicepresidente de El Salvador los ciudadanos Arturo Araujo y Maximiliano Hernández Martínez para el periodo 1931-1935.


GOBIERNO Y CAÍDA DEL PRESIDENTE ARTURO ARAUJO.



*Arturo Araujo (1878-1967) presidente constitucional de la República de El Salvador entre el 1 de marzo y el 2 de diciembre de 1931.


El ingeniero Arturo Araujo tomo posesión de su cargo el 1 de marzo de 1931. El candidato triunfador así como su partido, el numeroso partido laborista, ignoraban que no es lo mismo alcanzar el poder que sostenerse en el. El país estaba en bancarrota heredando las arcas vacías, en adición la mayor parte del proletariado estaba inquieto por la activa propaganda social, recibida tanto del comunismo como del mismo candidato, ofreciendo tierras y una reforma agraria.

La situación era calamitosa, ya en los años finales de la administración Romero Bosque comenzaron a sentirse los efectos de la crisis mundial de 1929. Este suceso y la súper producción de café de Brasil empeoraron los negocios en el país, disminuyendo la demanda del café nacional, casi único articulo de exportación y los precios se vinieron abajo faltando las divisas para las importaciones. Disminuyeron los ingresos por impuestos fiscales y por supuesto escaseo el dinero para pagar a los servidores de la nación, etc.

Al principio los políticos araujistas fueron optimistas, pensando que se conseguirían préstamos de la banca internacional o en los Estados Unidos y que mientras tanto, prestamos con los 3 bancos nacionales (salvadoreño, Occidental y Agrícola Comercial)

Todos estos planes le fallaron al gobierno, su Ministro de Hacienda, doctor Francisco Espinoza no logro nada en los asustados bancos extranjeros, solo obteniendo pequeños préstamos con los bancos locales. Nuestra banca, así como los grandes prestamistas privados, atendían en forma limitada y exigiendo como garantía las escrituras de propiedades a los medianos y pequeños capitalistas que también estaban pasando por una situación difícil. Los grandes capitales se escondían temerosos igual que en el resto del mundo.

Los militares tenían que empeñar sables y pistolas y vendían luego sus recibos de sueldo hasta por la mitad del valor. En el campo la indigencia era tremenda por la falta de ocupación. El campesinado exigía salarios justos, imposibles de satisfacer pues los patrones estaban endeudados y los precios de sus productos por el suelo. El café se vendía a 10 colones el quintal y en el mercado exterior alcanzaba a penas, si se vendía, un precio de 14 colones, ya en mayo de 1931 hubo  enfrentamientos y ataques comunistas en Sonsonate y La Libertad, dejando muertos. La amenaza de esta ideología ya era constante.

El gobierno y los periódicos, sin embargo, mantenían el optimismo en sus publicaciones, anunciando próximas construcciones, próximos repartos de tierras, y próximos prestamos con la banca local, pero nada era posible, porque faltaba el dinero para los trabajos y para las compras, ya que la banca, casi agotada, también desconfiaba del nuevo gobierno.

Asombraba la impotencia o la negligencia de Araujo y sus funcionarios, algunos muy competentes, como el doctor Héctor David Castro, Ministro de Relaciones Exteriores, y su segundo, el también doctor Julio E. Ávila, el Secretario Privado Hermogénes Alvarado y sobre todo el general Hernández Martínez, ya habían percibido el futuro fracaso del régimen.

Mientras tanto, por la falta de inversiones, la desocupación incrementaba el desastre ya que surgieron manifestaciones de estudiantes y obreros descontentos, oponiéndose a la contratación de más préstamos extranjeros y que era la tabla de salvación oficial. Mientras tanto pasaban los meses y el hambre apretaba más.

Existen medidas económicas de emergencia que solo un gobierno secundado por su pueblo puede aplicar enérgicamente, como por ejemplo la emisión de asignados o papel moneda, de curso forzoso, que podrían haberse empleado para pagar a los empleados civiles y militares o la emisión de bonos de la tesorería, con elevados tipos  de interés, respaldados con el aval de las tierras y bienes nacionales. Esto ultimo que es muy usual en tiempos de guerra y emergencias nacionales, no se le ocurrió a nadie según parece.

El presidente Araujo, iluso, casi inocente, continuaba haciendo sus promesas y ofrecimientos viajaba mucho y no creía, o no quería creer, en los informes de sus agentes sobre el descontento reinante y una próxima rebelión tanto de militares como de comunistas. A los primeros los consideraba “acostumbrados a aguantar” y a los segundos los consideraba simples “gritones” de quienes no tenia nada que temer, a pesar que se le presentaron pruebas que se estaba gestando un levantamiento comunista para 1932.

En cambio, el vicepresidente Hernández Martínez mantenía buenas relaciones con los militares, atendía en lo que podía a sus subalternos, visitaba la Escuela Militar, las Escuelas de Cabos y Sargentos,   tanto del Primer Regimiento de Infantería como del Regimiento de Artillería, y les prometió fundar un curso de aplicación para oficiales. Indudablemente la experiencia castrense del general le permitió conocer hasta donde podían aguantar los militares, y llegado el momento de la rebelión, como jugarse una carta de triunfo.

Se dice que el primer activista del golpe militar del 2 de diciembre de 1931 fue el talentoso escritor Joaquín Castro Canizales, quien era profesor en la escuela de cabos y sargentos del primer regimiento. Unos 4 meses antes del levantamiento, comenzó su tarea de ganar adeptos entre la oficialidad y la tropa. Visito también altos mandos, planteándoles la necesidad de llevar a la presidencia a un militar capaz y honesto. Mientras tanto surgieron muchos activistas en los demás cuerpos y oficinas militares sin dificultad, hasta extender la opinión de que este era necesario, solamente no se tomo en cuenta a oficiales dudosos de simpatías por la realización del mismo. A ello se debió el éxito del derrocamiento de Araujo.

El movimiento estallo a las 10 de la noche del 2 de diciembre de 1931, y el primer regimiento de infantería se adelanto a los demás cuerpos, bajo el mando del capitán Eugenio Palma. Hubo fuerte ametrallamiento de la casa presidencial, donde apenas contestaron el fuego, puesto que la guardia encargada de la custodia de dicho lugar estaba con la rebelión. El general Hernández Martínez se presento al regimiento de artillería, donde fue confinado en la oficina del comandante, coronel Santiago Ayala, quien había sido privado del mando. Al general le correspondía, al caer el presidente, sucederlo legalmente en la jefatura del estado.

En la casa presidencial, le recomendaron a Araujo de retirarse al cuartel de la ciudad de Santa Tecla para organizar a sus tropas leales, pues solamente ofrecieron apoyarlo los directores de la Guardia Nacional y de la Policía Nacional. Las demás unidades, principalmente el regimiento de ametralladoras, batieron a los elementos laboristas que acudieron a armarse en favor del presidente. No encontrando ya apoyo seguro en Santa Tecla o en Santa Ana, donde se retiro después, el presidente Arturo Araujo abandono el país, refugiándose en Guatemala.

El poder ejecutivo quedo a cargo de un directorio militar, integrado por: los coroneles Joaquín Valdés, Osmin Aguirre y Juan V. Vidal, capitanes Eugenio Palma, Manuel Urbina y Visitación Pacheco, Tenientes Carlos Rodríguez, Héctor Montalvo, y el teniente asimilado Joaquín Castro Canizales, subtenientes Julio Cañas, José Alfonso Huezo, Miguel Hernández Saldaña, y el aviador Juan Ramón Munés. Estos tuvieron durante 2 días a su cargo la nación.

De conformidad con la constitución política de 1886, entonces vigente, correspondía al vicepresidente, elegido con anterioridad, asumir la presidencia de la republica, que hubiera quedado vacante cuando por cualquier causa, motivo o razón, el presidente se viera imposibilitado a desempeñar el cargo. Los integrantes del directorio militar, reunidos en el regimiento de artillería, por unanimidad de votos, entregaron el mando supremo del estado, al general Maximiliano Hernández Martínez a quien legalmente correspondía terminar el periodo 1931-1935. A partir de ese 4 de diciembre de 1931, el general gobernaría, con aciertos y desaciertos, durante 13 años, la Republica de El Salvador.


SINOPSIS DE LA ADMINISTRACIÓN HERNÁNDEZ MARTÍNEZ.

PRIMER PERIODO 1931-1935 (CONTINUACIÓN PERIODO ARTURO ARAUJO)


*General Hernández Martínez (sexto de izq. a der.) junto al directorio que surgió con el golpe de estado de 1931.


Al recibir la presidencia el general, en la precaria situación que antes mencionamos, debió atender 3 problemas inmediatos: nombrar un buen gabinete, pagar los salarios atrasados y enfrentar el futuro golpe comunista.

El primer consejo de ministros se realizo en el regimiento de artillería, conocido como  cuartel “el zapote” pues casa presidencial quedo muy averiada por el tiroteo. Fue una sesión de planificación y estudio para empezar a dictar las medidas que la urgente situación imponía. Se inicio con la puesta al día de los pagos atrasados de civiles y militares, contando con la ayuda del banquero Rodolfo Duke, director gerente del Banco Agrícola Comercial. Lo que antes no se había podido arreglar, se hizo ahora con rapidez, disponiéndose a rebajar los salarios un 30%, disminución del gasto oficial, etc., todo esto sin necesidad de recurrir a préstamos internacionales.

Aparte de las elecciones municipales en las cuales ocurrieron algunas fricciones, el clima político presagiaba tormenta, hubo choques con derramamiento de sangre entre mozos jornaleros y empleados patronales, estallaron huelgas de cortadores de café quienes reclamaban mejores salarios, hubo ataques contra las fuerzas de seguridad, se dio el descubrimiento de un complot de elementos de tropa comunista en el regimiento de ametralladoras. Había informes graves y se capturo en su refugio a los 3 cabecillas de socorro rojo internacional, Agustín Farabundo Martí, Mario Zapata y Alfonso Luna, quienes fueron sorprendidos cuando imprimían órdenes para el levantamiento armado.

El 22 de enero de 1932 el comunismo, que venia ganando adeptos desde el gobierno Romero Bosque, se levanto en armas, aprovechando la miseria llevada a su máxima expresión debido a la crisis económica reinante. Se supone que unos 30000 campesinos, bajo las consignas comunistas de Martí, con enlaces con comunistas en Guatemala y México, se lanzaron a tomarse numerosos pueblos y ciudades armados de machetes, escopetas, pistolas, garrotes y fusiles, y todo lo que podía matar. Se apoderaron de las comandancias, alcaldías y otras oficinas de Apaneca, Juayua, Izalco, Nahuizalco, Sonzacate, Colon, Tacuba, entre otras. Hasta atacaron sin éxito las cabeceras de Sonsonate y Ahuachapán, hubo muchos muertos y heridos, asesinatos y tropelías cometidas por estas hordas indoctrinadas en la lucha de clase, sucediendo estas acciones en la zona occidental del país.

El presidente general Hernández Martínez organizo personalmente la defensa, designando al mando de las operaciones al general Tomas Calderón. En la capital se organizo la Guardia Cívica, formada por voluntarios de la clase alta y media al mando del coronel José Asencio Menéndez y esta serviría para mantener el orden en las ciudades.

Para los últimos días de enero de 1932 la revuelta había sido controlada y la zona occidental estaba en manos del gobierno. Nunca se ha establecido con certeza la cantidad de muertos durante el levantamiento y la posterior retoma del control por el gobierno, los números siempre han sido exagerados por los detractores del general Hernández Martínez, así como por el comunismo local e internacional. Ellos mencionan cantidades de hasta 40000  personas victimas de una posterior represión, lo cual parece una cantidad demasiado alta por la simple razón de los problemas físicos implicados en la tarea de deshacerse de un numero tan grande de personas en un tiempo tan corto. El número de tropas y policías disponibles, la cantidad de municiones y el tiempo utilizado, además del número de gente que pudo ser detenida parece indicar un cálculo más razonable de 2000 a 6000, como lo menciono en la época el coronel Osmin Aguirre, que comandaba la policía nacional. Por su parte los insurrectos mataron a muchos civiles y militares en los pueblos, hombres, mujeres y niños con un salvajismo rayando en lo primitivo instigados por la lucha de clases y promesas de ser ricos en el nuevo orden comunista.



*Fosas comunes recibieron los cuerpos de los fusilados después del levantamiento comunista de 1932.



Luego de la vuelta a la normalidad, mucha gente estaba feliz de tener un hombre fuerte a cargo de la nación, ya que el general Hernández Martínez era un hombre conservador, honrado e inteligente y en efecto la honradez administrativa era un hecho, nadie se atrevía a hacer mal uso del dinero del estado. El ejemplo lo daba el presidente con sus virtudes personales, pues no ingería licores, ni fumaba, ni se sabía que acostumbrara meterse en líos de falda o que se los permitiera a otros. Siguiendo con este tipo de prohibiciones no permitía  los juegos de ruleta, las peleas de gallos, el toreo, el boxeo, los juegos de azar. Se perseguía a los drogadictos y poco a poco se disminuyeron las casas de citas de la época, como la famosa “Happy Land” y el “Blue Bird”.

En este periodo de gobierno el general adopto medidas positivas, como cuando advirtió que los bancos y prestamistas iban a quedarse con muchas propiedades debido a la situación económica, ya que habían comprometido sus fincas, casas y empresas y como no podían pagar los prestamos, iban a ser embargados. Se decreto legislativamente la ley moratoria, ley de emergencia, la que posiblemente fue la mas humana decretada durante su larga administración, ya que los propietarios pudieron trabajar tranquilos, sin miedo a ser despojados de sus bienes.

Pasado 1932, el ultimo de la catastrófica crisis mundial, el país pudo respirar de nuevo, con el comercio internacional renaciendo y la mejora de los precios. Gracias a la ayuda y prestigio de los titulares de hacienda, Miguel Tomas Molina y Romeo Fortín Magaña,  el gobierno compro el Banco Agrícola Comercial, base del futuro Banco Central del Estado. Esta operación decisiva se realizo el 12 de septiembre de 1933.

Por su victoria sobre los comunistas y haber sobrevivido a la tremenda crisis económica, el general sabía que podía reelegirse cubriendo formalmente los impedimentos constitucionales. Complemento el periodo de Araujo hasta el 28 de agosto de 1934, retirándose cuando aun faltaban 6 meses para la fecha de finalización de dicho periodo, el 1 de marzo de 1935, para cumplir con el tiempo de ley. Contaba ya con los reconocimientos de los países centroamericanos y de Inglaterra, y estaban adelantadas las gestiones para alcanzar el reconocimiento de los Estados Unidos, que habían aplaudido su certera acción anticomunista. A su retiro el puesto de presidente de la republica fue ejercido temporalmente por su subalterno, el general Andrés I. Menéndez, hombre probo y leal, aunque con limitado civismo y alcances personales. Durante su campaña electoral, el general Hernández Martínez  retuvo las funciones de ministro de guerra, marina y aviación. No necesito de mucha propaganda, ya que al pequeño partido martinista (partido Pro-Patria) se le agrego enorme multitud de seguidores, que veían en el general al hombre fuerte,  al hábil guía durante la crisis mundial, al eficaz caudillo en la reciente guerra ganada al comunismo, siguiéndole voluntariamente. No habiendo una real opción opositora, el general obtuvo una victoria amplia.


SEGUNDO PERIODO DEL PRESIDENTE HERNÁNDEZ MARTÍNEZ (1935-1939)


*Toma de posesión de la presidencia de la republica por el general Hernández Martínez en 1935.


El general organizo un buen gabinete, con elementos de prestigio y trabajadores, y fue  este un periodo de amplia obra administrativa, sobre todo en la parte financiera en que las reformas y nuevas instituciones dieron inusitada actividad y auge a la vida económica del país. El Banco Central de Reserva y el Banco Hipotecario, la Compañía Salvadoreña del Café, la Caja de Crédito Rural, la Cooperativa Algodonera, la Dirección General de Obras Publicas, Mejoramiento Social, desarrollaron una labor encomiable dentro de sus funciones. Las primeras en la gran finanza y en el caso de mejoramiento social, construyendo casas de bajo costo y lotificando algunas haciendas para asentar a familias campesinas. Las obras públicas eran incesantes, se construyeron carreteras en todo el país (la carretera panamericana) y el estadio nacional de la Flor Blanca (hoy Estadio Jorge “Mágico” González) donde en aquella época se celebraron los terceros juegos deportivos centroamericanos. Se construyeron magníficos edificios como el del telégrafo, el castillo de la policía nacional,  y grandes puentes, como el Cuscatlan sobre el rio lempa en 1942, entre otras muchas obras, todo esto sin contratar ningún préstamo extranjero. Todo esto pudo realizarse debido a una excelente y honrada labor administrativa, pese a los presupuestos reducidos con que contaba la nación. Además, su logro más recordado fue la reducción significativa de la delincuencia, mediante el cumplimiento implacable de la ley.



*Estado nacional de la Flor Blanca en periodo de construcción.


*Castillo de la policía nacional.


*Estructura del puente Cuscatlan, finalizado en 1942.


*El presidente Hernández Martínez, su esposa e invitados durante la inauguración del puente Cuscatlan, 1942.
 

*Corte de cinta en el puente Cuscatlan, junio 1942.



Tan pronto comenzó este periodo presidencial, ya se habla de una reforma constitucional, y un diputado en la Asamblea nacional mociona por el cambio de la constitución y unos días después el general la respalda. Esta de acuerdo en la reforma pero por supuesto, en el entendido de que no ha de favorecer la reelección.

El 15 de noviembre de 1938, termina el reinado de la constitución liberal de 1886. En realidad ha concluido antes, este es el día de la clausura solemne, con la instalación de la asamblea que debe redactar una nueva carta magna.

Nada detiene el montaje del escenario para una constitución a la medida del interés presidencial. El abogado Hermogénes Alvarado le expone al general las repercusiones previsibles, sino se respetan los procedimientos. “Una de ellas, le dice, seria la de ofrecer motivo para que se suponga que el interesante problema de emitir una nueva constitución, no se plantea a instancias de un verdadero anhelo del pueblo, sino que como medio o recurso para hacer posible únicamente la prorroga de poderes otorgados a Ud. Por 4 años, en virtud de su triunfo electoral de 1935".

Contra todas las advertencias, el 20 de enero de 1939, la asamblea nacional decreta la nueva constitución. De todos los artículos uno es el que cuenta. El 91 dice que “excepcionalmente, y por exigirlo así los intereses nacionales”, el presidente será electo por los diputados a la constituyente. “Sin que por esta única vez, tengan aplicación las incapacidades a que se refiere el articulo 94”. Este prohíbe la reelección, al día siguiente, se acuerda un nuevo periodo presidencial que terminaría el 31 de diciembre de 1944. Una de las principales novedades era la inclusión del voto femenino bajo algunas condiciones de origen social y nivel de instrucción.




TERCER Y ÚLTIMO PERIODO DEL GENERAL HERNÁNDEZ MARTÍNEZ (1939-1944)


El 1 de marzo de 1939 el general inicio su tercer periodo presidencial, siempre conservando como vicepresidente al general Andrés I. Menéndez. 

El advenimiento de la Segunda Guerra Mundial significó un aumento en las exportaciones a los Estados Unidos y el mejoramiento de la economía salvadoreña. Eso le permitió a Hernández Martínez realizar algunas reformas sociales y una ligera redistribución de la tierra mediante un programa agrario.

El general se sentía muy atraído por los éxitos de los gobiernos fascistas europeos, en especial por Hitler y Mussolini. De hecho, en 1938 nombró director de la Escuela Militar a Eberhard Bohnstedt (coronel  de la Wehrmacht, 1886-1957) quien ascendió hasta llegar a  ser general en el ejército salvadoreño.  Además, abrió relaciones diplomáticas con el dictador español Francisco Franco, sin embargo, estando bajo la presión de los Estados Unidos (principal comprador de café al país), tuvo que olvidarse de sus simpatías y aceptó alinearse al lado de los Aliados, removió del cargo a sus funcionarios que tenían ascendencia alemana e italiana. Asimismo, a los residentes alemanes e italianos en El Salvador les expropió sus tierras y los mandó a campos de concentración. Fue uno de los pocos gobiernos que otorgo el reconocimiento diplomático al Estado títere de Manchukuo. 

Ese cambio en su política exterior, al igual que la represión contra los comunistas y opositores a su gobierno, le permitió obtener mayor apoyo de Washington. Sin embargo, la situación cambió ante la negativa de Hernández Martínez de recibir a 3000 soldados estadounidenses para dar protección al Canal de Panamá. Estados Unidos colocó tropas en los países cercanos al Canal, excepto en El Salvador, dada la negativa presidencial. El motivo que Hernández Martínez adujo para rechazar el pedido de los norteamericanos fue que, dado que se había sabido que las tropas que se habían destacado en otros países de centroamérica eran soldados de raza negra, se corría el inminente riesgo de que en una larga estadía se reprodujesen en El Salvador y que llenasen de niños de color al país. Otra razón expuesta por el general en privado a las autoridades norteamericanas fue la estrechez de nuestro territorio y su gran densidad poblacional, lo mismo que la poca extensión de nuestra costa, que en caso dado podría ser cubierta en pocas horas por nuestro propio ejercito, con mas o menos 20000 hombres listos y preparados para la defensa del territorio.

Pero el tiempo es inexorable y nadie detiene su curso, de modo que el plazo auto concedido por el mandatario, para que expirara el nuevo periodo de gobierno, ósea el 1 de enero de 1945, estaba por llegar, a menos de un año y la maquinaria oficial, queriendo preverlo todo, se adelanto a tal acontecimiento. El 24 de febrero de 1944, decreto una serie de reformas a la constitución de 1939, entre las cuales la principal fue la que correspondía a los diputados de esa asamblea constituyente designar al ciudadano que ejercería la presidencia de la republica desde el 1 de marzo de 1945 hasta el 31 de diciembre de 1949. El ambiente estaba caldeado para la rebelión y las libertades públicas se transgredían constantemente.

Tal era el escenario político que presentaba la nación cuando se decretaron las reformas constitucionales de 1944. A través de estas se pretendía que el general, cuando ya estaba fuera de la ley, continuara ejerciendo la presidencia hasta 1949, y lo estaba por cuanto tales reformas y las de 1939, nunca pudieron legitimar un régimen enteramente dictatorial.

Con esos antecedentes se produjo el levantamiento militar del 2 de abril de 1944, que si bien fracaso en aquel momento, dejo sin embargo la semilla que pronto germino en la huelga del 2 de mayo siguiente. 


LA REBELION MILITAR DEL 2 DE ABRIL DE 1944 Y LA CAIDA DEL GOBIERNO DEL GENERAL HERNANDEZ MARTINEZ.


Se dice que el plan militar de la rebelión fue elaborado por los coroneles Tito Calvo y Alfredo Aguilar, siendo aceptado por los dos lideres civiles del movimiento, Dr. Arturo Romero y Agustín Alfaro Moran. Fue una tremenda prueba que soporto con valentía el general Hernández Martínez y tuvo la suerte de sortear la rebelión porque además de ocurrencias fortuitas que lo favorecieron, es innegable la capacidad militar desplegada por el en esos difíciles momentos.

El plan comprendía el empleo de 3 cuerpos comprometidos en la capital (1° y 2° regimientos de infantería y el regimiento de caballería) más la base de la fuerza aérea en Ilopango y dos regimientos departamentales (Santa Ana y Ahuachapán). No se pudo comprometer al regimiento de artillería ni a la guardia nacional ni a la policía nacional, tampoco a otras guarniciones del interior. 

El punto básico de la operación era la captura del gobernante, para ello debían informarse cuando este saliera de la ciudad, (el encargado de este cometido era don Mario Sol) pues acostumbraba visitar sus propiedades algodoneras de Tihuilcoyo o algún balneario. Las unidades comprometidas de occidente, al estallar la rebelión, y después de capturar al personal leal, debían converger con las fuerzas del regimiento de caballería. La principal falla del plan, algo que debió pensarse con mas tino, fue la propaganda que se hizo del golpe por la radio al pueblo salvadoreño, se quería desmoralizar a los oficialistas al anunciar que el dictador había sido derrocado. De esta forma supo el general de todo lo que sucedía, enterándose de cuales cuerpos militares que estaban comprometidos en la rebelión y lo peor, cuales eran los defensores de su gobierno, que se batían esforzadamente.

El mando del 1° regimiento de infantería lo ostentaban los hermanos general Alfonso Marroquín y Tito Calvo, el 2° regimiento lo comandaban los coroneles Alfredo Aguilar y José María Montalvo, quienes habían capturado a los verdaderos comandantes y habían usurpado el mando. Esta unidad emplazo morteros y ametralladoras en el cercano Cerro del Calazo, acosando desde ahí al cuartel del regimiento de artillería “el zapote” para evitar que bombardeara al 1° de infantería.

Los líderes del regimiento de caballería eran el capitán Guillermo Fuentes Castellanos y el teniente Belisario Peña, quienes por su poco personal esperaban actuar con el refuerzo de las tropas de occidente. En la base de Ilopango se encontraba ausente el comandante Munés, y el segundo al mando, mayor Julio F. Sosa, trato de convencer a los pilotos de que no se revelaran pero los dejo actuar al estos no acceder a su petición. Ellos despegaron en aviones AT 6 con la intención de atacar el cuartel de la policía nacional.

Ese día, sin sospechar nada de lo que se tramaba, el presidente se encontraba tranquilamente descansando en una pequeña casa al sur del puerto de La Libertad. Se supo que mas o menos a las 2 de la tarde, el motorista personal del general, Alcides Herrera, dispuso por casualidad encender la radio y escucho claramente las noticias y las proclamas que se estaban transmitiendo en ese momento desde San Salvador por la radio YSP, informando que había estallado una insurrección militar y esta había derrocado al presidente, y que ya gobernaba una junta militar encabezada por los coroneles Tito Calvo y Alfredo Aguilar.

Al ser informado de estas noticias, el general, quien se encontraba dormido, se incorporo inmediatamente y escucho las transmisiones de radio. En ese momento recibió una llamada de Víctor Escobar, director general de la central de comunicaciones, para informarle que la guardia nacional y la policía nacional  eran leales y sus respectivos cuarteles estaban sitiados por la aviación, el 1° de infantería y el 6° de ametralladoras, no conociéndose la posición asumida por el regimiento de artillería a ese momento.

Al terminar la conversación el presidente junto a su escolta decide dirigirse a la capital, dejando a su familia en el puerto de La Libertad. Se traslada en su vehículo Lincoln color verde placas 01, seguido muy de cerca por dos camionetas con sus escoltas armados con sub ametralladoras. Antes de salir del puerto, el general aborda una camioneta de alquiler, dejando su vehículo oficial en la comandancia de marina, acompañado solamente por un motorista, sin escolta, para no llamar la atención.

Mientras tanto los alzados en armas sabían que el presidente se encontraba fuera de la ciudad y enviaron un camión lleno de tropa al mando del sub teniente Ricardo Mancia con instrucciones de lograr su captura, encontrándose esta tropa la solitaria camioneta de alquiler en el camino opuesto hacia la capital, no pudieron detenerla a tiempo, logrando el presidente penetrar en San Salvador sin ningún contratiempo. Dirigiéndose inmediatamente al cuartel de la policía nacional, se bajo de su vehículo pistola en mano y al tocar la puerta y al ser abierta lanzo la pregunta “amigos o enemigos?” a lo que propio  director general de la policía Rudesindo Monterrosa respondió “amigos y leales mi general”.

El presidente, auxiliado por el regimiento de artillería y tropas de guarniciones leales del oriente de la republica, logro atacar a las unidades rebeldes y someterlas luego de fuertes enfrentamientos, y ya para el 5 de abril de 1944 se había prácticamente logrado controlar la difícil situación.

Las bartolinas de la policía nacional, de cuarteles y de la penitenciaria central, se encontraban llenas de reos políticos, tanto civiles como militares comprometidos en la fracasada sedición, sin distingos sociales ni privilegios, en la espera de ser juzgados en su oportunidad por los delitos cometidos.

Pronto se integraron los consejos de guerra sumarios, y los principales líderes rebeldes fueron los primeros en ser juzgados. Los miembros de este consejo fueron el general Luis Andreu y los coroneles Joaquín Fermán y Santiago Ayala, auditor de guerra  el dr. Roberto Paredes, fiscal militar el tte. cnel.  Andrés E. Castillo, defensor el dr. Damián Rosales y Rosales. 

El 10 de abril de 1944 fueron fusilados en los patios de la policía nacional el general Alfonso Marroquín, coronel Tito Calvo y el mayor Julio Sosa. Ese mismo día fueron fusilados en el cementerio general los capitanes Manuel Sánchez Dueñas y Marcelino Calvo, tenientes Antonio Gavidia Castro, Ricardo Mancia González, Miguel Ángel Linares, Ricardo Edgardo Chacón y Oscar Armando Cristales.
 
En el cementerio general fueron fusilados el civil Víctor Marín el 11 de abril, el 26 los capitanes Carlos Piche Menéndez y Carlos Gavidia Castro y el teniente Alfonso Marín. Además de los fusilados murieron en campaña los tenientes Héctor Cárdenas, Mario Villacorta y el civil Luis Antonio Martí. La lista de condenados a muerte era extensa pero muchos de los implicados lograron huir y se encontraban escondidos tanto dentro como fuera del país.

La mayoría del conglomerado nacional, sin distinción de clases sociales, se encontraba conmovida  y presa de pánico, sin poder hacer nada para solucionar la situación que se había presentado. La estela dejada por los fusilamientos estaba cobrado su precio en el régimen.

Al fracasar la intentona golpista, fueron los estudiantes universitarios quienes el 28 de abril se lanzaron a la huelga para protestar contra el régimen dictatorial y obligarlo a acelerar su caída. La causa aparente fue un incidente que tuvo lugar frente al portón del edificio central de la universidad nacional. Un grupo de policías nacionales, fuertemente armados pasaba por el lugar a finales de abril, siendo objeto de burlas y  expresiones de repudio de los estudiantes universitarios. Los agentes cargaron sus armas y estuvieron a punto de disparar, pero no lo hicieron y tampoco allanaron el recinto universitario. 

A raíz de este incidente se acordó en una asamblea de estudiantes en tanto no se dieran las garantías de seguridad personal a los alumnos por parte del gobierno, no se suspenderia la huelga. En forma gradual, en los primeros 5 días de mayo, se fueron sumando a la resistencia pacifica otros sectores. El 2 de mayo cesaron las labores en fabricas y ferrocarriles, el 3 cerro totalmente el comercio y la banca, el 4 se declararon en huelga todos los empleados públicos, con lo que se consumo la casi paralización total del país.

El general permaneció impasible hasta el 4 de mayo, cuando se dirigió a las clases sociales de más precaria situación económica, con halagüeñas promesas de profundas reformas sociales. Su propósito era aplicar en la compacta masa huelguista la división.

Al no encontrarse la mas leve indicación de que la huelga estuviese bajando de intensidad, el jefe del estado mayor general, general Ponce le pidió autorización al dictador para disolver la huelga por medio de las armas, pero el general Hernández Martínez, en un gesto que ennoblece su memoria, le contesto “No general, el pueblo desarmado no es un objetivo militar”. Esta frase dicha por quien ya había triunfado militarmente y aplastado la rebelión, al negarse a masacrar al pueblo, da un ejemplo a sus compañeros de armas del comportamiento de un militar honesto que viste con decencia el uniforme.

El 7 de mayo en medio de pequeños desordenes callejeros, el policía Arnoldo Reyes Baires, disparo contra un grupo de jóvenes que avanzaban en manera agresiva hacia ellos, hiriendo de muerte a José Wright Alcaine.  Muchacho que aunque nacido salvadoreño tenia la nacionalidad norteamericana porque su padre Juan Wright, residente en el país, era estadounidense de origen, casado con la señora Teresa Alcaine, de origen salvadoreño.

El embajador estadounidense Walter Thurston, al enterarse del incidente se dirigió a casa presidencial y exigió una inmediata entrevista con el presidente, ante quien presento una protesta por el asesinato, aparentemente amenazando con informar a su gobierno del descontrol y la falta de seguridad en El Salvador. Entre las amenazas que el embajador profirió contra el presidente, estaba la posible intervención militar norteamericana, para imponer la paz y tranquilidad de sus ciudadanos residentes.

La situación se volvió critica, y todos los titulares de los ministerios presentaron su renuncia, con excepción del general Andrés I Menéndez, ministro de defensa y el sub secretario de la misma cartera, general Fidel Cristino Garay. Tampoco renuncio el  sub secretario de instrucción publica, profesor Andrés Orantes.

El general al recibir la inesperada y repentina renuncia colectiva de la mayoría de los miembros de su gabinete, sumado a la huelga de brazos caídos y la presión del embajador estadounidense comprendió que lo mejor era depositar el poder. 

El 8 de mayo el general anuncia por la radio que renunciaría al mando, depositándolo en general Andrés I. Menéndez en su calidad de primer designado a la presidencia y quien también era ministro de guerra, marina y aviación.


*ÚLTIMO DISCURSO A LA NACIÓN DEL GENERAL MAXIMILIANO HERNÁNDEZ MARTÍNEZ.


PUEBLO SALVADOREÑO:





El 9 de mayo de 1944, a las 10 am se llevaron a cabo las ceremonias de traspaso de la presidencia de la republica en el segundo piso de casa presidencial, ante algunos miembros de cuerpo diplomático y consular, jefes militares y altos empleados de la administración pública.


**El Diario de Hoy, anuncia la caída del dictador, 9 de mayo de 1944.


El general, vistiendo su uniforme militar, sin condecoraciones, luciendo solo las insignias de su grado, entrego la simbólica banda presidencial que le fue colocada en ese momento al general Menéndez quien presto la protocolaria protesta de ley. Ese día la asamblea nacional por decreto legislativo N° 34 acepto la renuncia del general y por decreto legislativo N° 35 dio posesión del cargo a su sucesor.


*General Andrés I. Menéndez (1879-1962) quien recibió la Presidencia de la Republica de manos del general Hernández Martínez y que gobernó desde el 9 de mayo al 21 de octubre de 1944.

Poco después de la ceremonia, el nuevo presidente de la republica recomendó al general Hernández Martínez realizar de inmediato el viaje que tenia previsto realizar por Sur América, y que regresara al país una vez calmados los ánimos y en consecuencia la situación se encontrara normalizada.

El general Hernández Martínez, acompañado de su familia, abandono el territorio salvadoreño a las 10 am del 10 de mayo de 1944, por tierra y en automóvil, por la frontera de San Cristóbal con rumbo hacia la vecina Guatemala.

El general luego se traslado a los Estados unidos donde vivió varios años con su familia, para luego trasladarse a Honduras donde residió sus últimos años. Arrendaba la hacienda “Jamastran” para dedicarse a la agricultura. Durante su largo exilio, solo visito El Salvador en una ocasión, durante la presidencia del Tte. cnel. Oscar Osorio. Se sabe que el general, así como el presidente Osorio, eran miembros de la logia masónica centroamericana, siendo el general gran maestro, grado 33.

El general vivía solo, sin ningún miembro de su familia, ya que hacia varios años había fallecido su esposa y todos sus hijos residían en El Salvador. Tenía a su servicio a un chofer (Cipriano Morales) y una cocinera (María Antonia Cruz Cedillos).

El 15 de mayo de 1966, mientras se encontraba almorzando solo, su chofer, salvadoreño, quien tenia varios días de estar bebiendo, llego a exigirle, en estado de ebriedad, su salario, que el general no le había pagado para que no continuara embriagándose. Al negarse a cancelarle este le asesto por la espalda 19 puñaladas. Tenía 88 años.

Después de cometer el crimen, abandonando el cadáver y robarse lo que pudieron, el criminal y la cocinera huyeron hacia El Salvador, siendo capturados posteriormente. 

Por decreto N° 59 fue declarado duelo nacional y se recibieron sus restos para su sepultura. Su tumba no tiene una lápida, que diga: “Aquí yace Maximiliano Hernández Martínez”. Tampoco hay número; pero sí una dirección: Cuadro Araujo, línea B, sección Los Ilustres, Cementerio General de San Salvador. Desde su entierro, el 19 de mayo de 1966, la tumba ha existido en el anonimato (por decisión de su familia) y con cierto halo de misterio.



*Tumba del general Hernández Martínez en el cementerio Los Ilustres, San Salvador.



CONCLUSIONES


El general Hernández Martínez es considerado por muchos salvadoreños como el mejor presidente del siglo XX, porque rescató al país del caos y fundó varias instituciones nacionales que contribuyeron a solucionar la grave crisis, algunas aún existen hoy en día.

Desafortunadamente el general Hernández Martínez gobernó dictatorialmente al suprimir muchas libertades durante un período prolongado, y modificó la constitución para reelegirse.

No hay duda que su gobierno fue honesto, austero, patriota y eficiente, pues dejó el país sin deudas al finalizar sus funciones como gobernante, si bien estableció un gobierno que dio la pauta para que sucesivos gobiernos encabezados por militares, se mantuvieran en el poder hasta 1979.

El legado económico del régimen martinista es impresionante, pues implanto y consolido una reforma que cambio las reglas del juego del mercado y el estado. Por primera vez el estado intervino en las relaciones económicas y sociales, y lo hizo para equilibrar las hasta entonces deformes prácticas monetarias y crediticias. Los agricultores y en especial los cafetaleros, se vieron libres de la especulación e imposición arbitraria en la negociación de sus cosechas.

La administración pública fue reorganizada, el desorden de las cuentas públicas superado, haciendo posible hacer previsiones, llevar un registro confiable de gastos y expandir el círculo de proveedores. La corrupción en las esferas del poder fue erradicada, la inseguridad ciudadana prácticamente no existía gracias a la férrea aplicación de la ley, los delincuentes y criminales no eran tolerados.

Su régimen no estuvo exento de errores a los que los seres humanos estamos expuestos, dentro de los cuales podemos mencionar el no mostrar clemencia con los sublevados en 1944, lo que en opinion del autor habria de salvado de momento su gobierno, aunque siempre expuesto a una creciente oposición.
 
Los años del general continuaron ejerciendo influencia en los años por venir y son recordados por muchos con nostalgia.














 






 



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**El Diario de Hoy