*General Maximiliano Hernández Martínez, Presidente de El
Salvador (1878-1966) |
El general y político salvadoreño nació el 29 de octubre de
1878, en el pueblo de San Matías, Jurisdicción de San Juan Opico, en el
departamento de La Libertad. Sus padres fueron el agricultor guatemalteco
Raimundo Hernández y la señora Petrona Martínez, de nacionalidad salvadoreña.
Ambos eran de origen nahuat.
Se decía que el señor Raimundo Hernández era un coronel
emigrado de Guatemala desde la caída del Presidente Vicente Cerna, habiéndose
empleado como mayordomo en una propiedad agrícola. Poco después de regresar de
la emigración a su tierra natal, se llevo a ese país al joven Maximiliano,
dedicándolo al estudio, y fue allá donde este obtuvo su titulo de bachiller,
luego ingreso como cadete a la Escuela Politécnica de Guatemala.
Casi terminando sus
estudios, antes de la obtención del grado de Sub teniente, sobrevino un penoso
suceso que le impidió a este obtener su ascenso a oficial. A finales del siglo
XIX, específicamente en 1899, estuvieron a punto de romperse las relaciones
entre Guatemala y El Salvador, por el antagonismo de sus gobernantes, el
abogado Manuel Estrada Cabrera (1857-1924) y el general Tomas Regalado (1861-1906)
respectivamente, los que eran casi enemigos personales. Según algunas fuentes,
esto motivo a que el joven Maximiliano no pudiera graduarse de la Escuela
Politécnica, sin embargo otras aseguran que si termino sus estudios en dicha
escuela, obteniendo el grado de subteniente.
Sea como fuere, a su llegada a El Salvador, se presento ante el presidente Tomas
Regalado, quien ordeno al coronel francés Julio Bias, director de la Escuela
Politécnica Militar, de dar la plaza de
guarda almacén al subteniente Maximiliano Hernández Martínez. En su hoja de servicio
aparecen las siguientes fechas de ascensos: subteniente el 14 de septiembre de
1900, teniente el 17 de noviembre de 1903, capitán el 13 de junio de 1906,
capitán mayor el 23 de agosto de 1906, teniente coronel el 8 de mayo de 1909,
coronel el 12 de junio de 1914 y general de brigada el 27 de junio de 1919.
Durante esos 19 años en que alcanzo el generalato, se destaca
lo siguiente: en sus primeros 7 años se desempeño como guarda almacén,
estudiante, instructor y profesor de la Escuela Politécnica Militar, primero
bajo el mando del coronel Bias, y después de los directores de la misión
chilena, capitán Juan Bennett Argandoña y teniente Carlos Ibáñez del Campo, años
después presidente de Chile.
El año 1906 participo en la campaña de Guatemala, bajo las órdenes
del general Félix Rodolfo Cristales, siendo comandante de la compañía de
cadetes. En el año 1907 también participo en la guerra de Namacigüe, en
expedición hasta el oriente de Choluteca en Honduras, a las ordenes del general
José Dolores Preza. En el mismo año comando parte de las fuerzas leales
enviadas a Sonsonate, logrando recuperar esa plaza que había sido tomada por
invasores nicaragüenses, liderados por los generales facciosos Prudencio Alfaro
y Manuel Rivas. Es de observar que los grados de capitán y mayor los obtuvo
Hernández Martínez en 1906, lo que demuestra un ascenso por destacados
servicios.
Luego de estos acontecimientos, se dice que Maximiliano
Hernández Martínez efectuó estudios universitarios, cursando la carrera de
derecho durante 4 años, no habiendo coronado esta por motivos desconocidos.
Ideológicamente el general Hernández Martínez fue educado en
el materialismo, en su primera juventud. Su bachillerato en Guatemala tenía
como materia obligatoria la Filosofía Positiva de Augusto Comte. En la época de
principios del siglo XX se puso de moda la Teosofía y la Filosofía Oriental, y
el general se vio atraído por estas, afiliándose a las logias esotéricas y
empapándose en las lecturas de Blavatsky, Ramacharaka, Annie Besant, etc. por
muchos años fue un iniciado, para luego convertirse en hermano y finalmente en
maestro.
Mientras tanto no descuidaba lo militar, sino al contrario,
ya que soplaban aires belicosos de viejas rivalidades y se presentía la Primera
Guerra Mundial. Hernández Martínez como muchos estudiosos militares, consultaba
autores alemanes y franceses, principalmente Clausewitz, York von Wurtenburg y
von der Goltz, así como a Camon, Foch y Culman. El general llego a publicar una
obra de estrategia llamada “Nociones sobre la conducción de la Guerra”
Entre la época como alumno en la Escuela Politécnica y la
Presidencia, el general Hernández Martínez desempeño importantes cargos como la
comandancia departamental de Sonsonate, la del regimiento de ametralladoras, la
dirección de la Escuela de Cabos y Sargentos, profesor en la Escuela
Politécnica Militar de El Salvador, Inspector General del Ejercito, etc.
Por esta época inicio sus relaciones con doña Concha
Monteagudo, hija del patriota cubano Monteagudo, con quien se caso a fines del
año 1930 y con quien tuvo ocho hijos: Alberto, Carmen, Esperanza, Marina,
Eduardo, Rosa, Gloria y Maximiliano.
En 1922, ya con el grado de general, quien es mas familiarmente conocido como
general Martínez, obtuvo el mando de las tropas que se destacaron a la frontera
norte con Honduras, con motivo de las intentonas de invasión de emigrados
partidarios de don Arturo Araujo, por la zona de Arcatao. Para entonces tenia
ya cimentada su fama de hombre bien preparado. Oficiaba como conferencista en
múltiples círculos y tenia, un carisma de líder para muchos militares y
civiles. Se formaron grupos de amigos y entusiastas del general, y lo seguían
para escucharlo. Fue durante la administración del doctor Pio Romero Bosque
cuando el general comenzó a ganar adeptos con fines electorales y su propaganda
aparentaba divulgar las bondades del teosofismo.
En cuanto a su semblanza personal, podemos mencionar que el
general Hernández Martínez era un hombre de mediana estatura, delgado y muy
caído de hombros y aunque parecía tener muy poco peso, era sano y fuerte.
Montaba bien a caballo cuando pasaba ya de los 60 años y fue trabajador
persistente. Era de color moreno, ojos de aspecto un tanto asiático, oscuros,
muy vivos y chispeantes, siempre rasurado de barba y bigote, cabello negro muy
corto y que tardo en encanecer.
Muy dado a madrugar, leía incansablemente toda clase de
asuntos, temas de trabajo y periódicos, además de las referidas lecturas de
filosofía oriental, obras de derecho y materias militares, estudiaba también
sobre cooperativismo y técnicas agrícolas. Uno de sus libros de cabecera era el
Kibalyon, atribuido a Hermes Trismegisto.
Se le conocía como el “brujo de San Matías” o el “mago de las aguas azules” y efectivamente
cuentan que fue practicante de la magia y brujería. Creía en el desdoblamiento
del cuerpo astral, en la ley del karma, la transmigración de las almas, la
evolución a través de vidas sucesivas, etc. compartiendo muchas de las
creencias del budismo. Como buen teosofista no comía carne, se alimentaba a base de maíz, frijoles y
verduras y tampoco ingería licores ni cerveza. Practicaba el yoguismo y la
respiración profunda, en la madrugada, para aspirar “prana” (aire inspirado en
el hinduismo). Afirmaba hablar con los difuntos y era experto en localizar
nacimientos de agua valiéndose de la varilla de los zahories. Le encantaba
curar enfermos con sus aguas de colores, principalmente aguas azules (estas
eran agua puesta al sol en botellas de vidrio de diferentes colores, que según
el adquirían propiedades curativas) usando también pases magnéticos, cinturones
de cobre, etc.
A Jesucristo lo consideraba un espíritu superior comparable a
Moisés, Buda, Krishna, etc. y aceptaba el catolicismo como buena religión y
como buen político mantuvo relaciones amistosas con el clero.
EL GENERAL HERNÁNDEZ MARTÍNEZ COMO
VICEPRESIDENTE DE EL SALVADOR.
En 1930, ultimo para terminar el periodo presidencial del
doctor Pio Romero Bosque, de acuerdo con la ley, se convoco a elecciones. En
esa época no existían aun los partidos políticos permanentes y los
pretendientes a la presidencia lanzaban individualmente su candidatura. Estos
candidatos organizaban las directivas de su partido e iniciaban su campaña para
efectuar el proselitismo respectivo, las promesas estaban insertadas en el
programa ideológico que incluía el ofrecimiento a la población de ventajas y
libertadas que rara vez se les cumplía. Nunca se elevo el nivel de vida del
pueblo, que había vivido en una especie de semi feudalismo. Las campañas eran costosas y se
invertían fuertes sumas de dinero en publicaciones, anuncios en los periódicos,
banquetes, fiestas, viajes de propaganda, etc.
El general aprovechando la libertad electoral que
categóricamente ofreció Romero Bosque, dispuso presentarse a la contienda
electoral, lanzando su candidatura, lo mismo que los políticos Alberto Gómez
Zarate, Enrique Córdova, Miguel Tomas Molina, Arturo Araujo y Antonio
Claramount Lucero.
Gómez Zarate contaba con la masa del pueblo gobiernista, Córdova
con la crema del oficialismo anterior, Molina con lo mejor de la oposición
antigua, Claramount con los obreros capitalinos, Araujo que era un filántropo,
activista rebelde y rico, tenia a un grupo de socialistas y la campaña que le
hacia el ilustre pensador Alberto Masferrer, esta campaña se llevo a cabo en
una situación difícil para el país, pues se vivían los comienzos de la crisis
económica mundial de 1929-1932.
A finales de 1930 y principios de 1931, el general Hernández
Martínez no contaba más que con sus amigos de las logias esotéricas y algunos
compañeros militares y alumnos. No tenia al causar baja, por solicitarla, ni
sueldo ni casa propia, por lo que un grupo secreto “los cien amigos de
Martínez” le reunían mensualmente unos 500 colones y tal dinero era invertido
en el sostenimiento de la familia del general. Conocida tal precaria situación,
los políticos se burlaban de él, aduciendo que era un pobre chiflado metido en
política.
La propaganda en los departamentos fue un fracaso logrando
que tan solo 18 personas lo apoyaran en Ahuachapán. Pero no desmayo como
sucedió con otros candidatos minoritarios, que se retiraron de la lucha. Por
razones económicas, de propaganda y por la popularidad de Arturo Araujo, el
plan del general cambio, debiendo considerar la coalición de sus pocos
partidarios (se menciona unos 4000) con el laborismo. No se sabe como logro ser
postulado en la planilla laborista como candidato a vicepresidente de la
Republica y que también Araujo le ofreciera el futuro Ministerio de Guerra y
Marina al compañero de formula.
La campaña araujista fue como un huracán, las masas proletarias, reforzadas por
sindicatos y estudiantes universitarios acuerparon al laborismo. La bandera de
la reforma agraria atrajo a miles de colonos y campesinos de occidente y muchos
partidarios de los candidatos retirados apoyaron las filas de Araujo, así como
también la nueva agrupación llamada Partido Proletario Salvadoreño dirigida por
el activo líder Luis Felipe Recinos.
Por gran mayoría de votos el partido laborista gano las
elecciones, y como consecuencia fueron designados los supremos cargos de Presidente y
Vicepresidente de El Salvador los ciudadanos Arturo Araujo y Maximiliano
Hernández Martínez para el periodo 1931-1935.
GOBIERNO Y CAÍDA DEL PRESIDENTE
ARTURO ARAUJO.
*Arturo Araujo (1878-1967) presidente constitucional de la República de
El Salvador entre el 1 de marzo y el 2 de diciembre de 1931.
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El ingeniero Arturo Araujo tomo posesión de su cargo el 1 de
marzo de 1931. El candidato triunfador así como su partido, el numeroso partido
laborista, ignoraban que no es lo mismo alcanzar el poder que sostenerse en el.
El país estaba en bancarrota heredando las arcas vacías, en adición la mayor
parte del proletariado estaba inquieto por la activa propaganda social,
recibida tanto del comunismo como del mismo candidato, ofreciendo tierras y una
reforma agraria.
La situación era calamitosa, ya en los años finales de la administración
Romero Bosque comenzaron a sentirse los efectos de la crisis mundial de 1929.
Este suceso y la súper producción de café de Brasil empeoraron los negocios en
el país, disminuyendo la demanda del café nacional, casi único articulo de
exportación y los precios se vinieron abajo faltando las divisas para las
importaciones. Disminuyeron los ingresos por impuestos fiscales y por supuesto
escaseo el dinero para pagar a los servidores de la nación, etc.
Al principio los políticos araujistas fueron optimistas,
pensando que se conseguirían préstamos de la banca internacional o en los
Estados Unidos y que mientras tanto, prestamos con los 3 bancos nacionales (salvadoreño,
Occidental y Agrícola Comercial)
Todos estos planes le fallaron al gobierno, su Ministro de
Hacienda, doctor Francisco Espinoza no logro nada en los asustados bancos
extranjeros, solo obteniendo pequeños préstamos con los bancos locales. Nuestra
banca, así como los grandes prestamistas privados, atendían en forma limitada y
exigiendo como garantía las escrituras de propiedades a los medianos y pequeños
capitalistas que también estaban pasando por una situación difícil. Los grandes
capitales se escondían temerosos igual que en el resto del mundo.
Los militares tenían que empeñar sables y pistolas y vendían
luego sus recibos de sueldo hasta por la mitad del valor. En el campo la
indigencia era tremenda por la falta de ocupación. El campesinado exigía
salarios justos, imposibles de satisfacer pues los patrones estaban endeudados
y los precios de sus productos por el suelo. El café se vendía a 10 colones el
quintal y en el mercado exterior alcanzaba a penas, si se vendía, un precio de
14 colones, ya en mayo de 1931 hubo
enfrentamientos y ataques comunistas en Sonsonate y La Libertad, dejando
muertos. La amenaza de esta ideología ya era constante.
El gobierno y los periódicos, sin embargo, mantenían el
optimismo en sus publicaciones, anunciando próximas construcciones, próximos
repartos de tierras, y próximos prestamos con la banca local, pero nada era
posible, porque faltaba el dinero para los trabajos y para las compras, ya que
la banca, casi agotada, también desconfiaba del nuevo gobierno.
Asombraba la impotencia o la negligencia de Araujo y sus
funcionarios, algunos muy competentes, como el doctor Héctor David Castro,
Ministro de Relaciones Exteriores, y su segundo, el también doctor Julio E.
Ávila, el Secretario Privado Hermogénes Alvarado y sobre todo el general
Hernández Martínez, ya habían percibido el futuro fracaso del régimen.
Mientras tanto, por la falta de inversiones, la desocupación
incrementaba el desastre ya que surgieron manifestaciones de estudiantes y
obreros descontentos, oponiéndose a la contratación de más préstamos
extranjeros y que era la tabla de salvación oficial. Mientras tanto pasaban los
meses y el hambre apretaba más.
Existen medidas económicas de emergencia que solo un gobierno
secundado por su pueblo puede aplicar enérgicamente, como por ejemplo la
emisión de asignados o papel moneda, de curso forzoso, que podrían haberse
empleado para pagar a los empleados civiles y militares o la emisión de bonos
de la tesorería, con elevados tipos de
interés, respaldados con el aval de las tierras y bienes nacionales. Esto
ultimo que es muy usual en tiempos de guerra y emergencias nacionales, no se le
ocurrió a nadie según parece.
El presidente Araujo, iluso, casi inocente, continuaba
haciendo sus promesas y ofrecimientos viajaba mucho y no creía, o no quería
creer, en los informes de sus agentes sobre el descontento reinante y una
próxima rebelión tanto de militares como de comunistas. A los primeros los
consideraba “acostumbrados a aguantar” y a los segundos los consideraba simples
“gritones” de quienes no tenia nada que temer, a pesar que se le presentaron
pruebas que se estaba gestando un levantamiento comunista para 1932.
En cambio, el vicepresidente Hernández Martínez mantenía
buenas relaciones con los militares, atendía en lo que podía a sus subalternos,
visitaba la Escuela Militar, las Escuelas de Cabos y Sargentos, tanto del Primer Regimiento de Infantería
como del Regimiento de Artillería, y les prometió fundar un curso de aplicación
para oficiales. Indudablemente la experiencia castrense del general le permitió
conocer hasta donde podían aguantar los militares, y llegado el momento de la
rebelión, como jugarse una carta de triunfo.
Se dice que el primer activista del golpe militar del 2 de
diciembre de 1931 fue el talentoso escritor Joaquín Castro Canizales, quien era
profesor en la escuela de cabos y sargentos del primer regimiento. Unos 4 meses
antes del levantamiento, comenzó su tarea de ganar adeptos entre la oficialidad
y la tropa. Visito también altos mandos, planteándoles la necesidad de llevar a
la presidencia a un militar capaz y honesto. Mientras tanto surgieron muchos
activistas en los demás cuerpos y oficinas militares sin dificultad, hasta
extender la opinión de que este era necesario, solamente no se tomo en cuenta a
oficiales dudosos de simpatías por la realización del mismo. A ello se debió el
éxito del derrocamiento de Araujo.
El movimiento estallo
a las 10 de la noche del 2 de diciembre de 1931, y el primer regimiento de
infantería se adelanto a los demás cuerpos, bajo el mando del capitán Eugenio
Palma. Hubo fuerte ametrallamiento de la casa presidencial, donde apenas
contestaron el fuego, puesto que la guardia encargada de la custodia de dicho
lugar estaba con la rebelión. El general Hernández Martínez se presento al
regimiento de artillería, donde fue confinado en la oficina del comandante,
coronel Santiago Ayala, quien había sido privado del mando. Al general le
correspondía, al caer el presidente, sucederlo legalmente en la jefatura del
estado.
En la casa presidencial, le recomendaron a Araujo de
retirarse al cuartel de la ciudad de Santa Tecla para organizar a sus tropas
leales, pues solamente ofrecieron apoyarlo los directores de la Guardia
Nacional y de la Policía Nacional. Las demás unidades, principalmente el
regimiento de ametralladoras, batieron a los elementos laboristas que acudieron
a armarse en favor del presidente. No encontrando ya apoyo seguro en Santa
Tecla o en Santa Ana, donde se retiro después, el presidente Arturo Araujo
abandono el país, refugiándose en Guatemala.
El poder ejecutivo quedo a cargo de un directorio militar,
integrado por: los coroneles Joaquín Valdés, Osmin Aguirre y Juan V. Vidal,
capitanes Eugenio Palma, Manuel Urbina y Visitación Pacheco, Tenientes Carlos
Rodríguez, Héctor Montalvo, y el teniente asimilado Joaquín Castro Canizales,
subtenientes Julio Cañas, José Alfonso Huezo, Miguel Hernández Saldaña, y el
aviador Juan Ramón Munés. Estos tuvieron durante 2 días a su cargo la nación.
De conformidad con la constitución política de 1886, entonces
vigente, correspondía al vicepresidente, elegido con anterioridad, asumir la presidencia
de la republica, que hubiera quedado vacante cuando por cualquier causa, motivo
o razón, el presidente se viera imposibilitado a desempeñar el cargo. Los
integrantes del directorio militar, reunidos en el regimiento de artillería,
por unanimidad de votos, entregaron el mando supremo del estado, al general
Maximiliano Hernández Martínez a quien legalmente correspondía terminar el
periodo 1931-1935. A partir de ese 4 de diciembre de 1931, el general
gobernaría, con aciertos y desaciertos, durante 13 años, la Republica de El
Salvador.
SINOPSIS DE LA ADMINISTRACIÓN
HERNÁNDEZ MARTÍNEZ.
PRIMER PERIODO 1931-1935
(CONTINUACIÓN PERIODO ARTURO ARAUJO)
*General Hernández Martínez (sexto de izq. a der.) junto al directorio que surgió
con el golpe de estado de 1931.
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Al recibir la presidencia el general, en la precaria
situación que antes mencionamos, debió atender 3 problemas inmediatos: nombrar
un buen gabinete, pagar los salarios atrasados y enfrentar el futuro golpe
comunista.
El primer consejo de ministros se realizo en el regimiento de
artillería, conocido como cuartel “el
zapote” pues casa presidencial quedo muy averiada por el tiroteo. Fue una
sesión de planificación y estudio para empezar a dictar las medidas que la
urgente situación imponía. Se inicio con la puesta al día de los pagos
atrasados de civiles y militares, contando con la ayuda del banquero Rodolfo
Duke, director gerente del Banco Agrícola Comercial. Lo que antes no se había
podido arreglar, se hizo ahora con rapidez, disponiéndose a rebajar los
salarios un 30%, disminución del gasto oficial, etc., todo esto sin necesidad
de recurrir a préstamos internacionales.
Aparte de las elecciones municipales en las cuales ocurrieron
algunas fricciones, el clima político presagiaba tormenta, hubo choques con
derramamiento de sangre entre mozos jornaleros y empleados patronales,
estallaron huelgas de cortadores de café quienes reclamaban mejores salarios,
hubo ataques contra las fuerzas de seguridad, se dio el descubrimiento de un
complot de elementos de tropa comunista en el regimiento de ametralladoras.
Había informes graves y se capturo en su refugio a los 3 cabecillas de socorro
rojo internacional, Agustín Farabundo Martí, Mario Zapata y Alfonso Luna,
quienes fueron sorprendidos cuando imprimían órdenes para el levantamiento
armado.
El 22 de enero de 1932 el comunismo, que venia ganando
adeptos desde el gobierno Romero Bosque, se levanto en armas, aprovechando la
miseria llevada a su máxima expresión debido a la crisis económica reinante. Se
supone que unos 30000 campesinos, bajo las consignas comunistas de Martí, con
enlaces con comunistas en Guatemala y México, se lanzaron a tomarse numerosos
pueblos y ciudades armados de machetes, escopetas, pistolas, garrotes y
fusiles, y todo lo que podía matar. Se apoderaron de las comandancias,
alcaldías y otras oficinas de Apaneca, Juayua, Izalco, Nahuizalco, Sonzacate,
Colon, Tacuba, entre otras. Hasta atacaron sin éxito las cabeceras de Sonsonate
y Ahuachapán, hubo muchos muertos y heridos, asesinatos y tropelías cometidas
por estas hordas indoctrinadas en la lucha de clase, sucediendo estas acciones
en la zona occidental del país.
El presidente general Hernández Martínez organizo
personalmente la defensa, designando al mando de las operaciones al general
Tomas Calderón. En la capital se organizo la Guardia Cívica, formada por
voluntarios de la clase alta y media al mando del coronel José Asencio Menéndez
y esta serviría para mantener el orden en las ciudades.
Para los últimos días de enero de 1932 la revuelta había sido
controlada y la zona occidental estaba en manos del gobierno. Nunca se ha establecido con certeza la cantidad de muertos durante el levantamiento y la posterior
retoma del control por el gobierno, los números siempre han sido exagerados por
los detractores del general Hernández Martínez, así como por el comunismo local
e internacional. Ellos mencionan cantidades de hasta 40000 personas victimas de una posterior represión,
lo cual parece una cantidad demasiado alta por la simple razón de los problemas
físicos implicados en la tarea de deshacerse de un numero tan grande de
personas en un tiempo tan corto. El número de tropas y policías disponibles, la
cantidad de municiones y el tiempo utilizado, además del número de gente que
pudo ser detenida parece indicar un cálculo más razonable de 2000 a 6000, como
lo menciono en la época el coronel Osmin Aguirre, que comandaba la policía
nacional. Por su parte los insurrectos mataron a muchos civiles y militares en
los pueblos, hombres, mujeres y niños con un salvajismo rayando en lo primitivo
instigados por la lucha de clases y promesas de ser ricos en el nuevo orden
comunista.
*Fosas comunes recibieron los cuerpos de los fusilados después
del levantamiento comunista de 1932.
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Luego de la vuelta a la normalidad, mucha gente estaba feliz
de tener un hombre fuerte a cargo de la nación, ya que el general Hernández
Martínez era un hombre conservador, honrado e inteligente y en efecto la
honradez administrativa era un hecho, nadie se atrevía a hacer mal uso del
dinero del estado. El ejemplo lo daba el presidente con sus virtudes
personales, pues no ingería licores, ni fumaba, ni se sabía que acostumbrara
meterse en líos de falda o que se los permitiera a otros. Siguiendo con este tipo
de prohibiciones no permitía los juegos
de ruleta, las peleas de gallos, el toreo, el boxeo, los juegos de azar. Se
perseguía a los drogadictos y poco a poco se disminuyeron las casas de citas de
la época, como la famosa “Happy Land” y el “Blue Bird”.
En este periodo de gobierno el general adopto medidas
positivas, como cuando advirtió que los bancos y prestamistas iban a quedarse
con muchas propiedades debido a la situación económica, ya que habían
comprometido sus fincas, casas y empresas y como no podían pagar los prestamos,
iban a ser embargados. Se decreto legislativamente la ley moratoria, ley de
emergencia, la que posiblemente fue la mas humana decretada durante su larga
administración, ya que los propietarios pudieron trabajar tranquilos, sin miedo
a ser despojados de sus bienes.
Pasado 1932, el ultimo de la catastrófica crisis mundial, el
país pudo respirar de nuevo, con el comercio internacional renaciendo y la
mejora de los precios. Gracias a la ayuda y prestigio de los titulares de
hacienda, Miguel Tomas Molina y Romeo Fortín Magaña, el gobierno compro el Banco Agrícola
Comercial, base del futuro Banco Central del Estado. Esta operación decisiva se
realizo el 12 de septiembre de 1933.
Por su victoria sobre los comunistas y haber sobrevivido a la
tremenda crisis económica, el general sabía que podía reelegirse cubriendo
formalmente los impedimentos constitucionales. Complemento el periodo de Araujo
hasta el 28 de agosto de 1934, retirándose cuando aun faltaban 6 meses para la
fecha de finalización de dicho periodo, el 1 de marzo de 1935, para cumplir con
el tiempo de ley. Contaba ya con los reconocimientos de los países
centroamericanos y de Inglaterra, y estaban adelantadas las gestiones para
alcanzar el reconocimiento de los Estados Unidos, que habían aplaudido su
certera acción anticomunista. A su retiro el puesto de presidente de la
republica fue ejercido temporalmente por su subalterno, el general Andrés I.
Menéndez, hombre probo y leal, aunque con limitado civismo y alcances
personales. Durante su campaña electoral, el general Hernández Martínez retuvo las funciones de ministro de guerra,
marina y aviación. No necesito de mucha propaganda, ya que al pequeño partido
martinista (partido Pro-Patria) se le agrego enorme multitud de seguidores, que veían en el general
al hombre fuerte, al hábil guía durante
la crisis mundial, al eficaz caudillo en la reciente guerra ganada al
comunismo, siguiéndole voluntariamente. No habiendo una real opción opositora,
el general obtuvo una victoria amplia.
SEGUNDO PERIODO DEL PRESIDENTE
HERNÁNDEZ MARTÍNEZ (1935-1939)
*Toma de posesión de la presidencia de la republica por el
general Hernández Martínez en 1935.
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El general organizo un buen gabinete, con elementos de
prestigio y trabajadores, y fue este un
periodo de amplia obra administrativa, sobre todo en la parte financiera en que
las reformas y nuevas instituciones dieron inusitada actividad y auge a la vida
económica del país. El Banco Central de Reserva y el Banco Hipotecario, la
Compañía Salvadoreña del Café, la Caja de Crédito Rural, la Cooperativa
Algodonera, la Dirección General de Obras Publicas, Mejoramiento Social,
desarrollaron una labor encomiable dentro de sus funciones. Las primeras en la
gran finanza y en el caso de mejoramiento social, construyendo casas de bajo
costo y lotificando algunas haciendas para asentar a familias campesinas. Las
obras públicas eran incesantes, se construyeron carreteras en todo el país (la
carretera panamericana) y el estadio nacional de la Flor Blanca (hoy Estadio
Jorge “Mágico” González) donde en aquella época se celebraron los terceros
juegos deportivos centroamericanos. Se construyeron magníficos edificios como
el del telégrafo, el castillo de la policía nacional, y grandes puentes, como el Cuscatlan sobre el
rio lempa en 1942, entre otras muchas obras, todo esto sin contratar ningún
préstamo extranjero. Todo esto pudo realizarse debido a una excelente y honrada
labor administrativa, pese a los presupuestos reducidos con que contaba la
nación. Además, su logro más recordado fue la reducción significativa de la
delincuencia, mediante el cumplimiento implacable de la ley.
*Estado nacional de la Flor Blanca en periodo de construcción.
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*Castillo de la policía nacional.
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*Estructura del puente Cuscatlan, finalizado en 1942.
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*El presidente Hernández Martínez, su esposa e invitados
durante la inauguración del puente Cuscatlan, 1942.
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Tan pronto comenzó este periodo presidencial, ya se habla de
una reforma constitucional, y un diputado en la Asamblea nacional mociona por
el cambio de la constitución y unos días después el general la respalda. Esta
de acuerdo en la reforma pero por supuesto, en el entendido de que no ha de
favorecer la reelección.
El 15 de noviembre de 1938, termina el reinado de la
constitución liberal de 1886. En realidad ha concluido antes, este es el día de
la clausura solemne, con la instalación de la asamblea que debe redactar una
nueva carta magna.
Nada detiene el montaje del escenario para una constitución a
la medida del interés presidencial. El abogado Hermogénes Alvarado le expone al
general las repercusiones previsibles, sino se respetan los procedimientos.
“Una de ellas, le dice, seria la de ofrecer motivo para que se suponga que el
interesante problema de emitir una nueva constitución, no se plantea a
instancias de un verdadero anhelo del pueblo, sino que como medio o recurso
para hacer posible únicamente la prorroga de poderes otorgados a Ud. Por 4
años, en virtud de su triunfo electoral de 1935".
Contra todas las advertencias, el 20 de enero de 1939, la
asamblea nacional decreta la nueva constitución. De todos los artículos uno es
el que cuenta. El 91 dice que “excepcionalmente, y por exigirlo así los
intereses nacionales”, el presidente será electo por los diputados a la
constituyente. “Sin que por esta única vez, tengan aplicación las incapacidades
a que se refiere el articulo 94”. Este prohíbe la reelección, al día siguiente,
se acuerda un nuevo periodo presidencial que terminaría el 31 de diciembre de
1944. Una de las principales novedades era la inclusión del voto femenino bajo
algunas condiciones de origen social y nivel de instrucción.
TERCER Y ÚLTIMO PERIODO DEL GENERAL
HERNÁNDEZ MARTÍNEZ (1939-1944)
El 1 de marzo de 1939 el general inicio su tercer periodo
presidencial, siempre conservando como vicepresidente al general Andrés I.
Menéndez.
El advenimiento de la Segunda Guerra Mundial significó un
aumento en las exportaciones a los Estados Unidos y el mejoramiento de la
economía salvadoreña. Eso le permitió a Hernández Martínez realizar algunas
reformas sociales y una ligera redistribución de la tierra mediante un programa
agrario.
El general se sentía muy atraído por los éxitos de los
gobiernos fascistas europeos, en especial por Hitler y Mussolini. De hecho, en
1938 nombró director de la Escuela Militar a Eberhard Bohnstedt (coronel de la Wehrmacht, 1886-1957) quien ascendió
hasta llegar a ser general en el
ejército salvadoreño. Además, abrió
relaciones diplomáticas con el dictador español Francisco Franco, sin embargo,
estando bajo la presión de los Estados Unidos (principal comprador de café al
país), tuvo que olvidarse de sus simpatías y aceptó alinearse
al lado de los Aliados, removió del cargo a sus funcionarios que tenían ascendencia
alemana e italiana. Asimismo, a los residentes alemanes e italianos en El
Salvador les expropió sus tierras y los mandó a campos de concentración. Fue
uno de los pocos gobiernos que otorgo el reconocimiento diplomático al Estado
títere de Manchukuo.
Ese cambio en su política exterior, al igual que la represión
contra los comunistas y opositores a su gobierno, le permitió obtener mayor
apoyo de Washington. Sin embargo, la situación cambió ante la negativa de
Hernández Martínez de recibir a 3000 soldados estadounidenses para dar
protección al Canal de Panamá. Estados Unidos colocó tropas en los países
cercanos al Canal, excepto en El Salvador, dada la negativa presidencial. El
motivo que Hernández Martínez adujo para rechazar el pedido de los norteamericanos
fue que, dado que se había sabido que las tropas que se habían destacado en
otros países de centroamérica eran soldados de raza negra, se corría el
inminente riesgo de que en una larga estadía se reprodujesen en El Salvador y
que llenasen de niños de color al país. Otra razón expuesta por el general en
privado a las autoridades norteamericanas fue la estrechez de nuestro
territorio y su gran densidad poblacional, lo mismo que la poca extensión de
nuestra costa, que en caso dado podría ser cubierta en pocas horas por nuestro
propio ejercito, con mas o menos 20000 hombres listos y preparados para la
defensa del territorio.
Pero el tiempo es inexorable y nadie detiene su curso, de
modo que el plazo auto concedido por el mandatario, para que expirara el nuevo
periodo de gobierno, ósea el 1 de enero de 1945, estaba por llegar, a menos de
un año y la maquinaria oficial, queriendo preverlo todo, se adelanto a tal
acontecimiento. El 24 de febrero de 1944, decreto una serie de reformas a la
constitución de 1939, entre las cuales la principal fue la que correspondía a
los diputados de esa asamblea constituyente designar al ciudadano que ejercería
la presidencia de la republica desde el 1 de marzo de 1945 hasta el 31 de
diciembre de 1949. El ambiente estaba
caldeado para la rebelión y las libertades públicas se transgredían
constantemente.
Tal era el escenario político que presentaba la nación cuando
se decretaron las reformas constitucionales de 1944. A través de estas se
pretendía que el general, cuando ya estaba fuera de la ley, continuara
ejerciendo la presidencia hasta 1949, y lo estaba por cuanto tales reformas y
las de 1939, nunca pudieron legitimar un régimen enteramente dictatorial.
Con esos antecedentes se produjo el levantamiento militar del
2 de abril de 1944, que si bien fracaso en aquel momento, dejo sin embargo la
semilla que pronto germino en la huelga del 2 de mayo siguiente.
LA REBELION MILITAR DEL 2 DE ABRIL DE
1944 Y LA CAIDA DEL GOBIERNO DEL GENERAL HERNANDEZ MARTINEZ.
Se dice que el plan militar de la rebelión fue elaborado por
los coroneles Tito Calvo y Alfredo Aguilar, siendo aceptado por los dos lideres
civiles del movimiento, Dr. Arturo Romero y Agustín Alfaro Moran. Fue una
tremenda prueba que soporto con valentía el general Hernández Martínez y tuvo
la suerte de sortear la rebelión porque además de ocurrencias fortuitas que lo
favorecieron, es innegable la capacidad militar desplegada por el en esos
difíciles momentos.
El plan comprendía el empleo de 3 cuerpos comprometidos en la
capital (1° y 2° regimientos de infantería y el regimiento de caballería) más
la base de la fuerza aérea en Ilopango y dos regimientos departamentales (Santa
Ana y Ahuachapán). No se pudo comprometer al regimiento de artillería ni a la
guardia nacional ni a la policía nacional, tampoco a otras guarniciones
del interior.
El punto básico de la operación era la captura del
gobernante, para ello debían informarse cuando este saliera de la ciudad, (el
encargado de este cometido era don Mario Sol) pues acostumbraba visitar sus
propiedades algodoneras de Tihuilcoyo o algún balneario. Las unidades
comprometidas de occidente, al estallar la rebelión, y después de capturar al
personal leal, debían converger con las fuerzas del regimiento de caballería.
La principal falla del plan, algo que debió pensarse con mas tino, fue la
propaganda que se hizo del golpe por la radio al pueblo salvadoreño, se quería
desmoralizar a los oficialistas al anunciar que el dictador había sido
derrocado. De esta forma supo el general de todo lo que sucedía, enterándose de
cuales cuerpos militares que estaban comprometidos en la rebelión y lo peor,
cuales eran los defensores de su gobierno, que se batían esforzadamente.
El mando del 1° regimiento de infantería lo ostentaban los
hermanos general Alfonso Marroquín y Tito Calvo, el 2° regimiento lo comandaban
los coroneles Alfredo Aguilar y José María Montalvo, quienes habían capturado a
los verdaderos comandantes y habían usurpado el mando. Esta unidad emplazo
morteros y ametralladoras en el cercano Cerro del Calazo, acosando desde ahí al
cuartel del regimiento de artillería “el zapote” para evitar que bombardeara al
1° de infantería.
Los líderes del regimiento de caballería eran el capitán
Guillermo Fuentes Castellanos y el teniente Belisario Peña, quienes por su poco
personal esperaban actuar con el refuerzo de las tropas de occidente. En la
base de Ilopango se encontraba ausente el comandante Munés, y el segundo al
mando, mayor Julio F. Sosa, trato de convencer a los pilotos de que no se
revelaran pero los dejo actuar al estos no acceder a su petición. Ellos
despegaron en aviones AT 6 con la intención de atacar el cuartel de la policía
nacional.
Ese día, sin sospechar nada de lo que se tramaba, el
presidente se encontraba tranquilamente descansando en una pequeña casa al sur
del puerto de La Libertad. Se supo que mas o menos a las 2 de la tarde, el
motorista personal del general, Alcides Herrera, dispuso por casualidad
encender la radio y escucho claramente las noticias y las proclamas que se
estaban transmitiendo en ese momento desde San Salvador por la radio YSP,
informando que había estallado una insurrección militar y esta había derrocado al presidente, y que ya gobernaba una junta militar encabezada por los coroneles
Tito Calvo y Alfredo Aguilar.
Al ser informado de estas noticias, el general, quien se
encontraba dormido, se incorporo inmediatamente y escucho las
transmisiones de radio. En ese momento recibió una llamada de Víctor Escobar,
director general de la central de comunicaciones, para informarle que la
guardia nacional y la policía nacional
eran leales y sus respectivos cuarteles estaban sitiados por la
aviación, el 1° de infantería y el 6° de ametralladoras, no conociéndose la
posición asumida por el regimiento de artillería a ese momento.
Al terminar la conversación el presidente junto a su escolta
decide dirigirse a la capital, dejando a su familia en el puerto de La
Libertad. Se traslada en su vehículo Lincoln color verde placas 01, seguido muy
de cerca por dos camionetas con sus escoltas armados con sub ametralladoras.
Antes de salir del puerto, el general aborda una camioneta de alquiler, dejando
su vehículo oficial en la comandancia de marina, acompañado solamente por un
motorista, sin escolta, para no llamar la atención.
Mientras tanto los alzados en armas sabían que el presidente
se encontraba fuera de la ciudad y enviaron un camión lleno de tropa al mando
del sub teniente Ricardo Mancia con instrucciones de lograr su captura,
encontrándose esta tropa la solitaria camioneta de alquiler en el camino opuesto hacia la
capital, no pudieron detenerla a tiempo, logrando el presidente penetrar en San Salvador sin ningún contratiempo. Dirigiéndose inmediatamente al cuartel de la
policía nacional, se bajo de su vehículo pistola en mano y al tocar la puerta y
al ser abierta lanzo la pregunta “amigos o enemigos?” a lo que propio director general de la policía Rudesindo Monterrosa
respondió “amigos y leales mi general”.
El presidente, auxiliado por el regimiento de artillería y
tropas de guarniciones leales del oriente de la republica, logro atacar a las
unidades rebeldes y someterlas luego de fuertes enfrentamientos, y ya para el 5
de abril de 1944 se había prácticamente logrado controlar la difícil situación.
Las bartolinas de la policía nacional, de cuarteles y de la
penitenciaria central, se encontraban llenas de reos políticos, tanto civiles
como militares comprometidos en la fracasada sedición, sin distingos sociales
ni privilegios, en la espera de ser juzgados en su oportunidad por los delitos
cometidos.
Pronto se integraron los consejos de guerra sumarios, y los
principales líderes rebeldes fueron los primeros en ser juzgados. Los miembros
de este consejo fueron el general Luis Andreu y los coroneles Joaquín Fermán y
Santiago Ayala, auditor de guerra el dr.
Roberto Paredes, fiscal militar el tte. cnel.
Andrés E. Castillo, defensor el dr. Damián Rosales y Rosales.
El 10 de abril de 1944 fueron fusilados en los patios de la
policía nacional el general Alfonso Marroquín, coronel Tito Calvo y el mayor
Julio Sosa. Ese mismo día fueron fusilados en el cementerio general los capitanes
Manuel Sánchez Dueñas y Marcelino Calvo, tenientes Antonio Gavidia Castro, Ricardo
Mancia González, Miguel Ángel Linares, Ricardo Edgardo Chacón y Oscar Armando
Cristales.
En el cementerio general fueron fusilados el civil Víctor
Marín el 11 de abril, el
26 los capitanes Carlos Piche Menéndez y Carlos Gavidia Castro y el teniente
Alfonso Marín. Además de los fusilados murieron en campaña los tenientes Héctor
Cárdenas, Mario Villacorta y el civil Luis Antonio Martí. La lista de
condenados a muerte era extensa pero muchos de los implicados lograron huir y
se encontraban escondidos tanto dentro como fuera del país.
La mayoría del conglomerado nacional, sin distinción de
clases sociales, se encontraba conmovida
y presa de pánico, sin poder hacer nada para solucionar la situación que
se había presentado. La estela dejada por los fusilamientos estaba cobrado su
precio en el régimen.
Al fracasar la intentona golpista, fueron los estudiantes
universitarios quienes el 28 de abril se lanzaron a la huelga para protestar
contra el régimen dictatorial y obligarlo a acelerar su caída. La causa
aparente fue un incidente que tuvo lugar frente al portón del edificio central
de la universidad nacional. Un grupo de policías nacionales, fuertemente
armados pasaba por el lugar a finales de abril, siendo objeto de burlas y expresiones de repudio de los estudiantes
universitarios. Los agentes cargaron sus armas y estuvieron a punto de
disparar, pero no lo hicieron y tampoco allanaron el recinto universitario.
A raíz de este incidente se acordó en una asamblea de estudiantes
en tanto no se dieran las garantías de seguridad personal a los alumnos por
parte del gobierno, no se suspenderia la huelga. En forma gradual, en los primeros 5 días de mayo, se fueron
sumando a la resistencia pacifica otros sectores. El 2 de mayo cesaron las
labores en fabricas y ferrocarriles, el 3 cerro totalmente el comercio y la
banca, el 4 se declararon en huelga todos los empleados públicos, con lo que se
consumo la casi paralización total del país.
El general permaneció impasible hasta el 4 de mayo, cuando se
dirigió a las clases sociales de más precaria situación económica, con
halagüeñas promesas de profundas reformas sociales. Su propósito era aplicar en
la compacta masa huelguista la división.
Al no encontrarse la mas leve indicación de que la huelga
estuviese bajando de intensidad, el jefe del estado mayor general, general
Ponce le pidió autorización al dictador para disolver la huelga por medio de
las armas, pero el general Hernández Martínez, en un gesto que ennoblece su
memoria, le contesto “No general, el pueblo desarmado no es un objetivo
militar”. Esta frase dicha por quien ya había triunfado militarmente y
aplastado la rebelión, al negarse a masacrar al pueblo, da un ejemplo a sus
compañeros de armas del comportamiento de un militar honesto que viste con
decencia el uniforme.
El 7 de mayo en medio de pequeños desordenes callejeros, el
policía Arnoldo Reyes Baires, disparo contra un grupo de jóvenes que avanzaban
en manera agresiva hacia ellos, hiriendo de muerte a José Wright Alcaine. Muchacho que aunque nacido salvadoreño tenia
la nacionalidad norteamericana porque su padre Juan Wright, residente en el
país, era estadounidense de origen, casado con la señora Teresa Alcaine, de
origen salvadoreño.
El embajador estadounidense Walter Thurston, al enterarse del
incidente se dirigió a casa presidencial y exigió una inmediata entrevista con
el presidente, ante quien presento una protesta por el asesinato, aparentemente
amenazando con informar a su gobierno del descontrol y la falta de seguridad en
El Salvador. Entre las amenazas que el embajador profirió contra el presidente,
estaba la posible intervención militar norteamericana, para imponer la paz y
tranquilidad de sus ciudadanos residentes.
La situación se volvió critica, y todos los titulares de los
ministerios presentaron su renuncia, con excepción del general Andrés I
Menéndez, ministro de defensa y el sub secretario de la misma cartera, general
Fidel Cristino Garay. Tampoco renuncio el
sub secretario de instrucción publica, profesor Andrés Orantes.
El general al recibir la inesperada y repentina renuncia
colectiva de la mayoría de los miembros de su gabinete, sumado a la huelga de
brazos caídos y la presión del embajador estadounidense comprendió que lo mejor
era depositar el poder.
El 8 de mayo el general anuncia por la radio que renunciaría
al mando, depositándolo en general Andrés I. Menéndez en su calidad de primer
designado a la presidencia y quien también era ministro de guerra, marina y
aviación.
*ÚLTIMO DISCURSO A LA NACIÓN DEL
GENERAL MAXIMILIANO HERNÁNDEZ MARTÍNEZ.
PUEBLO SALVADOREÑO:
El 9 de mayo de 1944, a las 10 am se llevaron a cabo las
ceremonias de traspaso de la presidencia de la republica en el segundo piso de
casa presidencial, ante algunos miembros de cuerpo diplomático y consular,
jefes militares y altos empleados de la administración pública.
**El Diario de Hoy, anuncia la caída del dictador, 9 de mayo de 1944.
|
El general, vistiendo su uniforme militar, sin
condecoraciones, luciendo solo las insignias de su grado, entrego la simbólica
banda presidencial que le fue colocada en ese momento al general Menéndez quien
presto la protocolaria protesta de ley. Ese día la asamblea nacional por
decreto legislativo N° 34 acepto la renuncia del general y por decreto
legislativo N° 35 dio posesión del cargo a su sucesor.
*General Andrés I. Menéndez (1879-1962) quien recibió la Presidencia de
la Republica de manos del general Hernández Martínez y que gobernó desde el 9
de mayo al 21 de octubre de 1944.
|
Poco después de la ceremonia, el nuevo presidente de la
republica recomendó al general Hernández Martínez realizar de inmediato el
viaje que tenia previsto realizar por Sur América, y que regresara al país una
vez calmados los ánimos y en consecuencia la situación se encontrara
normalizada.
El general Hernández Martínez, acompañado de su familia,
abandono el territorio salvadoreño a las 10 am del 10 de mayo de 1944, por
tierra y en automóvil, por la frontera de San Cristóbal con rumbo hacia la
vecina Guatemala.
El general luego se traslado a los Estados unidos donde vivió
varios años con su familia, para luego trasladarse a Honduras donde residió sus
últimos años. Arrendaba la hacienda “Jamastran” para dedicarse a la
agricultura. Durante su largo exilio, solo visito El Salvador en una ocasión,
durante la presidencia del Tte. cnel. Oscar Osorio. Se sabe que el general, así
como el presidente Osorio, eran miembros de la logia masónica centroamericana,
siendo el general gran maestro, grado 33.
El general vivía solo, sin ningún miembro de su familia, ya
que hacia varios años había fallecido su esposa y todos sus hijos residían en
El Salvador. Tenía a su servicio a un chofer (Cipriano Morales) y una cocinera
(María Antonia Cruz Cedillos).
El 15 de mayo de 1966, mientras se encontraba almorzando
solo, su chofer, salvadoreño, quien tenia varios días de estar bebiendo, llego
a exigirle, en estado de ebriedad, su salario, que el general no le había
pagado para que no continuara embriagándose. Al negarse a cancelarle este le
asesto por la espalda 19 puñaladas. Tenía 88 años.
Después de cometer el crimen, abandonando el cadáver y
robarse lo que pudieron, el criminal y la cocinera huyeron hacia El Salvador,
siendo capturados posteriormente.
Por decreto N° 59 fue declarado duelo nacional y se
recibieron sus restos para su sepultura. Su tumba no tiene una lápida, que
diga: “Aquí yace Maximiliano Hernández Martínez”. Tampoco hay número; pero sí
una dirección: Cuadro Araujo, línea B, sección Los Ilustres, Cementerio General
de San Salvador. Desde su entierro, el 19 de mayo de 1966, la tumba ha existido
en el anonimato (por decisión de su familia) y con cierto halo de misterio.
*Tumba del general Hernández Martínez en el cementerio Los
Ilustres, San Salvador.
|
CONCLUSIONES
El general Hernández Martínez es considerado por muchos
salvadoreños como el mejor presidente del siglo XX, porque rescató al país del
caos y fundó varias instituciones nacionales que contribuyeron a solucionar la
grave crisis, algunas aún existen hoy en día.
Desafortunadamente el general Hernández Martínez gobernó
dictatorialmente al suprimir muchas libertades durante un período prolongado, y
modificó la constitución para reelegirse.
No hay duda que su gobierno fue honesto, austero, patriota y
eficiente, pues dejó el país sin deudas al finalizar sus funciones como
gobernante, si bien estableció un gobierno que dio la pauta para que sucesivos gobiernos
encabezados por militares, se mantuvieran en el poder hasta 1979.
El legado económico del régimen martinista es impresionante, pues implanto y consolido una reforma que cambio las reglas del juego del mercado y el estado. Por primera vez el estado intervino en las relaciones económicas y sociales, y lo hizo para equilibrar las hasta entonces deformes prácticas monetarias y crediticias. Los agricultores y en especial los cafetaleros, se vieron libres de la especulación e imposición arbitraria en la negociación de sus cosechas.
La administración pública fue reorganizada, el desorden de las cuentas públicas superado, haciendo posible hacer previsiones, llevar un registro confiable de gastos y expandir el círculo de proveedores. La corrupción en las esferas del poder fue erradicada, la inseguridad ciudadana prácticamente no existía gracias a la férrea aplicación de la ley, los delincuentes y criminales no eran tolerados.
Su régimen no estuvo exento de errores a los que los seres humanos estamos expuestos, dentro de los cuales podemos mencionar el no mostrar clemencia con los sublevados en 1944, lo que en opinion del autor habria de salvado de momento su gobierno, aunque siempre expuesto a una creciente oposición.
El legado económico del régimen martinista es impresionante, pues implanto y consolido una reforma que cambio las reglas del juego del mercado y el estado. Por primera vez el estado intervino en las relaciones económicas y sociales, y lo hizo para equilibrar las hasta entonces deformes prácticas monetarias y crediticias. Los agricultores y en especial los cafetaleros, se vieron libres de la especulación e imposición arbitraria en la negociación de sus cosechas.
La administración pública fue reorganizada, el desorden de las cuentas públicas superado, haciendo posible hacer previsiones, llevar un registro confiable de gastos y expandir el círculo de proveedores. La corrupción en las esferas del poder fue erradicada, la inseguridad ciudadana prácticamente no existía gracias a la férrea aplicación de la ley, los delincuentes y criminales no eran tolerados.
Su régimen no estuvo exento de errores a los que los seres humanos estamos expuestos, dentro de los cuales podemos mencionar el no mostrar clemencia con los sublevados en 1944, lo que en opinion del autor habria de salvado de momento su gobierno, aunque siempre expuesto a una creciente oposición.
Los años del general continuaron ejerciendo influencia en los
años por venir y son recordados por muchos con nostalgia.
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**El Diario de Hoy